HAY UNA NOCHE BAJO MI CAMA
Algo se esconde bajo mi cama,
tan oscuro y negro como un cuento
que una vez leí
Tras el grito de la lechuza llegó la noche.
El niño miraba los dedos de los árboles dibujando sombras en la ventana.
Rasgaban el zinc con sus uñas de madera, mientras la negrura de un gato caminaba sobre la tapia derrumbada.
¡La noche tenía vida! Él la sentía asomándose desde afuera.
Un perro ladraba a lo lejos pero el viento se lo llevaba adonde termina el camino.
Había claridad. La luna estaba oculta tras el guayabo.
Despacio volteó hacia la esquina del cuarto. Alguien lo miraba desde el mismo lugar donde su padre colgaba la capa de trabajo.
Noche tras noche era lo mismo, se apagaban las luces y alguien llegaba.
¡Sabía que era la capa! Muchas veces lo había comprobado al encender la luz, pero al volver la oscuridad surgía la duda ¿Y si no lo fuera?
Por eso, aquella vez al ver a su madre pasar frente a la puerta de su cuarto la llamó…
- Tengo miedo mamá, tengo miedo a lo oscuro.
- Tranquilo mi león, - así le llamaba cada vez que le acariciaba el cabello- no me iré hasta que te duermas.
- ¿Sí?
- ¡Claro! Aunque sabes, tener miedo no es tan malo, lo malo es dejarse dominar por él.
El miedo nos hace valorar las cosas, ser más responsables y precavidos. ¿Me entiendes?
-Sí mamá, pero no es tanto a lo oscuro de afuera que le tengo miedo, como a lo negro que hay bajo mi cama.
- ¿Es a eso que le tienes miedo?
- ¡Sí! –y lo dijo con los ojos bien abiertos.
- ¿Y te has preguntado que es? – una cabeza se movió de lado a lado.
Es un pedazo de noche que duerme debajo de tu cama. Siempre hay una durmiendo bajo todas las camas del mundo.
Cada vez que llega el día corre un trozo a esconderse.. Por eso ahí siempre es oscuro aunque sea de día.
- Entonces yo tengo una noche chiquita para mi solo.
- ¡Ajá! – sonrió la madre.
- ¿Pero por qué se esconde ahí?
- Es una muy buena pregunta – y le acarició el cabello.
Tu abuelo me decía que la oscuridad es una bella creación de Dios. Tan necesaria como la luz del día. La ocupamos a la hora de dormir, descansar, mirar las estrellas, divertirnos, y miles de cosas más. Pero hay un tipo de oscuridad diferente, otra que ocupan los pintores, los artistas, los creadores de cuentos, de poesías…
¿Lo oscuro bajo mi cama? –dijo sonriendo el niño.
¡Esa misma! La noche es grande – decía el abuelo - pero no alcanza para todo el mundo a la vez.
¡Ah ya entiendo! Por eso cuando en un lugar es de noche en otro es de día.
¡Si! – dijo sonriendo la madre – creo que por hoy lo puedes entender así.
Cada vez que se narra una historia donde hay noche, ya sabes de a donde la van a tomar.
Una poesía, una leyenda, una pintura de algo nocturno siempre necesita mucha noche.
Imagínate la cantidad que se ocupa en aquel libro de cuentos que te compró tu padre el mes pasado.
¿Oscuro, muy oscuro?
¡Ese mismo! ¿Cómo decía?
Había un castillo oscuro, muy oscuro…
Con una puerta oscura, muy oscura…
Las ventanas tenían cortinas oscuras, muy oscuras…
Atrás había un jardín oscuro, muy oscuro…
Habían escaleras oscuras, muy oscuras…
Los cuartos eran oscuros, muy oscuros…
En uno había un armario oscuro, muy oscuro…
En él estaba una caja oscura, muy oscura…
Adentro había…
¿Qué? ¿Qué había?
Te dije que era interesante – sonrió con malicia el niño – mañana le podrás leer el final.
Es verdad lo que dices mamá, que montón de noche se necesita para formar mi libro.
¿Y dónde encuentras su noche?
¡Debajo de la cama! – gritaron juntos- dejando una lluvia de risas que se desbordaba como espuma por las paredes de la habitación.
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