-Susy, llegó el papito.
-No la molestes, aparte que estoy muy cansado, quiero comer algo, ver la revista de deportes e irme a la cama.

Pienso tanto y no encuentro el motivo, ni el momento en que comenzaron las quejas y el alejamiento de este hombre que es todo en mí vida. Reconcentrado, sin gracia alguna, se nota que no es solo conmigo, siento que su hija también le molesta, no somos compañía grata, ahora. Aparte que el amor está congelado por su cansancio, se destruyen sueños acunados sin luchar por ellos. El ambiente en casa es cada vez más gris, lo más grave es que me humilla, me ofende con sus recientes celos y todo por esforzarme más en la casa para darle un toque acogedor, dentro de mis posibilidades, también a nuestra hija, por supuesto para esperarlo.

Como todos los sábados no puede acompañarnos al Parque, Susy es feliz en los juegos, es acgedora con los más pequeños y ríe dichosa.. Emilio como todos los sábado irá a la cancha de la otra villa a jugar. Sonríe y con un gesto nervioso se despide. Lleva su equipo en su bolso gris y rojo y perfumado el al parecer.
Susy está inquieta impaciente, se aburre con los juegos que le invento, hasta con la Meme , su muñeca regalona.
La llamo: - Susita, mí amor, venga para peinarla e iremos a la cancha a ver jugar al papá. hay que caminar prque es en la Rosaleda. Le compraré un rico helado. Llegamos, está todo solitario a exepción de unos muchachos escuchando música tirados en el pasto, a la sombra de un árbol. La cancha esta cerrada con candados y cadenas y aún no han abierto el quiosco de los refrescos y no puedo darle lo prometido a la niña que se amurra y yo deprimida, porque ni esto me ha contado. Regresamos. en el camino nos llama doña Antonia y nos invita a un refresco de manzana que guarda frío en la hielera.
-Si hace tanto calor.
Y nos cuenta que la cancha de la Rosedal está cerrada por no pago de servicios.
-¡UF! Hace como cuatro meses que la clausuraron así que van a la cancha de la Capilla, más lejos.
Y llega Panchín con su mochila,es un encantador e inocentón muchacho . Saluda contento y tan cariñoso como siempre.
Y como ya nos vamos me dice: Le voy a cobrar derechos de bodega a don Emilio. Se le olvida que se juega allá en la Capilla y no quiere caminar más, deja el equipo, se coloca la chaqueta y se va. Y sin darse cuenta como me hiere con lo que he descubierto me ofrece el bolso gris y rojo.- ¿Se lo lleva usted, ya?