Omid caminaba, llevaba horas haciéndolo, sin embargo no yacía cansada; su rostro reflejaba aquella mirada perdida y taciturna que siempre la caracterizo. Se dirigía casi inconscientemente a aquel malecón en la playa donde observaría el ocaso. Rutina que desarrollo en días de soledad, días en los que necesitaba ordenar el caos de su cabeza, como ahora. Ella no fumaba pero la experiencia del mutismo en el que se iba embarcando la obligaba a tener algo entre los dedos; a saborear, para así despertar, ese agrio y fétido dejillo placer del humo entremezclado con sus suspiros; y por supuesto tener algo que excusara el resbalar de sus lagrimas.
Voltea la ultima avenida y queda atónita, como siempre, al contemplar aquel manto azul tan impasible y taimado. Se acercó a aquella banca de concreto que siempre la esperaba vacía, se poso sobre ella, cogió un cigarrillo y cerró los ojos… el ritual había comenzado.
¿Por qué es tan duro vivir?, se preguntó; ¿Por qué no todo es como tu, mar?, ¿Por qué dios lo hizo así?, ¿dios?, -dios no existe-, el mar tampoco existe, no existe como yo existo, no es como yo, no es como nadie, es único, tal vez seas dios mar; además el hombre no entiende tu existencia y te lastima, cual corona de espinas, con su inmundicia, su basura, mar, tu debes de ser dios; porque a pesar de todo sigues ahí, tan paciente, tan calmado, tan grandioso, glorioso, inacabable, indescifrable, infinito, eterno, dándonos vida, limpiando nuestras maculadas existencias, mirándonos, mirándome. Mar tu eres mi dios.
Pero, ¿Por qué?, a pesar de que conozco tu verdad, a pesar de saber el secreto de tu existencia y el de todo cuanto me rodea, aún me es difícil vivir, seguir caminando ¿Por qué es tan complejo?
El sol comienza a caer y esa paz casi instantánea que se crea cuando el día y la noche se fusionan se hace imperecedera, la atmósfera yace gris, oscura y bella, y los ojos de Omid se humedecen lentamente, -cuando muera, lo único que extrañaré será esto-, pero porque asumo, que donde vaya luego de morir no van a haber atardeceres como este. No quiero ir al cielo blanco al que todos quieren ir, tampoco me gustan las ovejas, ni las pálidas nubes. La idiosincrasia de nuestra sociedad a hecho que todos tengamos una misma y monótona imagen mental del paraíso y las personas que lo creen así viven atormentadas por alcanzar esa paz, ese blanco, esa inocencia que la muerte les promete y que no pueden alcanzar aquí, en sus casas, en sus rutinas, en sus vidas.
No me gusta el blanco (es tan irreal), tan diferente a mí, yo soy azul oscuro como este cielo que observó; rojo cobrizo como el sol fundiéndose en el horizonte; puedo ser cualquier color bañado en oscuridad, pero menos blanco (es tan vacío, tan sucio).
Mar, dios, elegiste tu paraíso: estar con nosotros, tu máxima creación, estuviste y estarás infinitamente, ese fue tu deseo, esa es tu eternidad. Estoy segura de que a nosotros, los humanos, también nos espera el paraíso que anhelamos, ese que dibujamos con sueños y lágrimas, ese que nos deslumbra en las noches más hermosas, cada uno crea su cielo, le da las formas, los colores, los matices, las situaciones, las personas, los animales, los lugares, las calles, los sabores, los olores, las sensaciones, los dibujos, los paisajes, los caminos, los secretos y las claves… todo, absolutamente todo; cada uno lo hace y cada uno lo disfruta eternamente.
Omid dejo de llorar, todo estaba oscuro, se levanto, despidíose del mar y esbozo una sonrisa, estaba feliz; pues cada segundo que transcurría era uno menos para su paraíso.

… ¿¿y, cómo es tu cielo??...

kappa