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Abandonó todo: mujer, hijos, trabajos, casa, cuando sintió el llamado. Y fue, a pie, con lo puesto y una pequeña cantimplora para el agua. Tardaría más o menos un mes en llegar. Nada que fuera animal podría ocuparle el tiempo, por lo que se alimentó con raíces y fruta silvestre.

Llegó, buscó la pala y cavó una fosa. Luego enterró al esqueleto humano que yacía sobre la piedra. Cuando terminó, arrojó la pala hacia adelante y se sentó en el suelo. Ya sabía lo que tenía que hacer. Conocía hasta el último detalle. Vació la cantimplora y después hizo ejercicios para estirar los músculos. Se desvistió, abandonó la ropa junto a la pala y finalmente se acercó a la piedra. Apoyó el hombro izquierdo en un hueco que se había formado con el transcurso del tiempo, mientras sostenía el brazo afirmado contra la áspera superficie. Entonces, estiró el otro brazo hasta asir el borde de la piedra con la mano. Movió ambos imperceptiblemente, buscando percibir su
potencia. Extendió la pierna derecha que formó, junto con el tronco, una tangente a la piedra. Se afirmó en el suelo flexionando los dedos de los pies. La pierna izquierda, inclinada hacia adentro, señalaba la dirección que tomaría la fuerza total. Apoyó finalmente el lado izquierdo de la cara, y comenzó a contraerse. Los músculos de las piernas formaron monstruosos nudos. Los tendones de los pies parecían raíces penetrando en la tierra. Los muslos y las nalgas tardaron en contraerse. Ya ejercían la máxima tensión, cuando contrajo la pared abdominal, comprimiendo las vísceras. Respiró hondamente. Luego siguieron los brazos, los hombros y el pecho. Los primeros parecían relieves de la piedra que se prolongaban en su cuerpo. Los pectorales, asidos a las costillas, querían abrir el tórax.

Se endureció totalmente. Desde la nuca hasta los pies, los músculos continuaban una sola línea. La contracción aumentó la velocidad de la circulación de la sangre. El corazón latía con violencia...

Entonces, de pronto, crugiendo desde la base la piedra se movió. Cinco centímetros; luego diez. Poco a poco fue avanzando hasta que se detuvo cuando el elegido cayó muerto sobre ella.

Había cumplido con el llamado. Como cumpliría en el próximo solsticio vernal el nuevo elegido. Como cumplirían todos los elegidos, hasta dar la vuelta del mundo arrastrando la piedra y enterrando sus esqueletos.




Texto agregado el 19-05-2004, y leído por 366 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
24-05-2004 Impecable de principio a fin. La interacción autor-historia-lector es plena e inevitable. Claridad y belleza en el habla que asombra. Felicidades. Van cinco. Borarje
20-05-2004 El arte de tu pluma danza igual descorriendo sonrisas, que despertando, sin miedo, ese temblor, ese sentido del principio-fin en el camino de la existencia. Bravo Maestro! lo leí despierta y tensa. maravillas
19-05-2004 Ahí estuve, empujando la piedra que has pulido en colores de vivencias. El círculo de elegidos como secreto bien guardado para asegurar la continuidad hasta el próximo, ha sido un excelente recurso para justificar la prosa. Gabrielly
19-05-2004 Excelente4s descripciones. la magia del rito, la profunda creencia son palancas.. un abrazo ruben sendero
19-05-2004 Me imagino que este primo de Sísifo sabía por quien se estaba sacrificando. Me gustó la discripción plástica del esfuerzo y de la tensión del cuerpo , muy visivo muy bien delineado.El conocimiento de la anatomía te ayuda como ayudaba a Leonardo.Gracias NINIVE
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