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Inicio / Cuenteros Locales / rodolfo_gc_pitti / II: Aokigahara (Mujer se alquila para soñar)

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Tsuki Ueda no era ajena a la molestia producida por la apatía de ver a su generación en total abandono, la irrisible indiferencia adscrita en distintos códigos textiles (pero que bellos colores);pobres automatas funcionales en busca de un salvador. Detestaba a esos pequeños hijos de puta. con sus haikus y pretenciones absurdas: “La belleza es simple, no necesita más nombres” se decía ella muchas veces.

Le daba pena y un ocasional dejo de tristeza ver a esos hombres con dobles matrimonios: Su esposa y su trabajo. No faltaba el día que tenía pequeños flashbacks de su niñez, las horas con los crayones y el suave baño ultravioleta de la vieja madre televisión. Su papa, jefe del taller de chips en Motou Vision, puesto de importante renombre en sus días en la incipiente industria de los microchips. Motou Vision, empresa ya absorbida, deglutida y vomitada tantas veces en muchos anagramas y colores; dejo de producir chips, lo de hoy era los robots serviciales domesticos robots, conocidos por sus fans como Mobots, en alusión a la empresa. Motou Vision ahora tenía una mascota sensación en la tele, colgando de los celulares de las colegialas decorosas y pervesas. Serviles piezas de plástico con arterias bioelectricas y voces atonles preparando sushi, sirviendo sake al cansado abuelo, compañías de pobres diablos como yo, creo.

Realmente no necesito un Mobot, creo con mi música y un buen vino, sobre una deliciosa cama es todo. Al final del día es hacer más dinero y volver a la gente más perezosa. Tiremos ríos de plomo y mierda a nuestras aguas, dejemos muy densa la atmosfera con nuestra estupidez. La lucha por el dinero es algo más triste que la vana suposición de una lucha de clases, para Tsuki, la historia es una lucha de sueños. El más bello y loco que jamás haya oído, fue cuando leyo sobre Hitler. Siempre que algo interesaba sucedía –en especial al oír ciertas canciones- una voz en off le decía que eso era algo mejor que el descenso a Normandía. Ella, frágil y delicada, tenía un aire de soledad privilegiada única de esas grandes mentes perdidas y fuera de tiempo ¿Acaso los sueños no lo eran?

Desde que era niña, poco antes que muriera su madre, tuvo uno de sus primeros grandes sueños y su peor pesadilla. Trata de evitar pensar en él mucho, por ello se refugia en la música. En estos momentos el modo aleatorio del iPOD escoge una de sus pistas favoritas: Gnossienne #1, por Erik Satie. Mientras coge un Pall Mall y se lo lleva a la boca, por su mente cruzan muchas interrogantes con tal de evitar esa vieja pesadilla de su niñez perdida. ¿Con que soñara un mexicano, un islandes o un reo? Fumaba intermitentemente y una ola de pensamientos cruzaban su mente, formaban una gruesa capa de espuma y dudas. Tsuki parecía una anodina ciudadana moderna de Tokio del siglo 21 pero, huía de ello; no quería ser una autómata más, un vago cliché.Era una ciega en las penumbras, esquiva de las luces y el neon sexoso de sus grandes letreros.


Cierra sus ojos, disfruta de la pieza. Ve la espuma cubrir las rocas, es absorbida por la blanca arena. Todo se ve muy azul, alguien escribe algo en la arena… ¡es su padre! Es en estos momentos donde Tsuki muchas veces se lamenta el no levantarse de la cama, presionar siguiente pista y olvidarse de la melodía y de los fantasmas. Apaga el cigarro en el cenicero, cruza sus brazos y cierra los ojos de nuevo. Satie continua excitándole la mente, las olas son breves pero calmadas, observa la arena y hay algo escrito en ella. Sospecha que es su padre, corre a ver que es lo que hay escrito pero, sólo halla una extraña inscripción con un triangulo. La espuma llega de pronto, borra el misterioso código, las olas son más fuertes, ya no hay azul, todo es negro…

Un fulgor rojo corre por los parpados cerrados, Tsuki ladea un poco su cabeza y murmura: “ahí viene de nuevo”. Y vuelve a esa pesadilla donde está comiendo duraznos, tiene escasos siete años. La cocina tiene un triste color salmón acompañado con electrodomésticos blancos, el reloj tiene un compas muy marcado. Su padre se halla tocando el piano, toca la Gnossienne #1. Mece sus pequeñas piernas al compas del reloj y el piano. Su madre pasa cerca de ella, le pide otro durazno y esta la ignora, llora y llora. Pronto se halla de la mano con su padre en pleno Hina Mutori -el festival de muñecos-, el la abandona y se reencuentran pocos metros después, el llora ahora. Sostiene en sus brazos una muñeca con la cabeza de su madre. La muñeca esta rota y pronto vuelve a la cocina, en su mano tiene el mismo durazno y un sinfín de gusanos brotan de él, llegan a ella. Su madre la observa y ríe, se ríe.

-Mierda! ¿Qué hora es? Tsuki despierta sobresaltada empapada de sudor, se frota el rostro y tira de su cabello. Se sienta a orinar y piensa en el sueño, piensa en el misterioso triangulo. ¿Sera acaso que es un símbolo representando a nosotros tres? ¿Acaso yo debo de morir como ellos y llevar una vida triste? No lo creo. Se enjuaga las manos y la cara, toma asiento y decide revisar su e-mail. Tsuki se alquilaba en el internet, tenía un modesto pero exitoso sitio donde gente como su padre y otra tanta gente miserable y solitaria del Tokio moderno le pagaban por contarle su sueño. Ellos ya habían perdido esa facultad de magia y fantasía surreal después de la fase REM.

-Veamos, publicidad, spam, listo… Hacía click sobre el vinculo para leer el nuevo mensaje. Leía cuidadosamente el texto y no se sorprendía, la petición era la misma. Cerraba sesión y volvía a la cama. Mañana se pondría de acuerdo con aquel hombre y trataría de soñar algo mejor y lindo, que lo deje pensando y deseando verlo en sus sueños también. Toma otra cigarro, lo prende y se deja escuchar por la habitación algo de Slowdive. Eso la pone de buen humor, ahora ella cierra los ojos, se frota los pies y siente la caricia de sus sabanas. Lentamente cae, lentamente, lentamente…









Sale de la ducha, se siente mucho mejor y abre las ventanas. El cuarto vuelve a recibir la luz, deja de ser un templo de oscuridad morfeica. Coge un cigarrillo más, lo inhalaba a placer. Busca su celular y piensa en la pesadilla de anoche. Cancela en su mente la imagen de su padre tomando de los brazos esa muñeca pero, sabe que fue un preludio al suicidio de su madre. No pudo con la soledad, no pudo vivir sin él; todo era ya tan pesado y solamente podía desangrar todo su amor hasta llegar a la alfombra. Tiempo después el se disparo. Yo creo siempre se amaron pero nunca pudieron llevarlo más alla de sus vidas y corazones.

“Moshi Moshi? Sí, soy yo. Mi nombre es Tsuki Ueda, he visto su correo y la petición para alquilar un sueño por una semana, ¿no es así? Para esto, dejeme decirle que nos debemos conocer antes de estas sesiones. Esto es algo muy intimo, revelador y que tomo con mucha seriedad y pasión.

“Entiendo. No tengo ninguna objeción, ¿cuando podríamos platicar al respecto? O bien, ¿gusta agregar mi correo a su mensajero instantáneo para poder conversar?
“Eh, no. Nada virtual. La página es para que gente como usted me contacten pero para realizar las sesiones yo debo conocerlo. Debo conocer su rostro, escuchar su voz, adivinar sus ajetreos. Una simple platica informal y conocer gente nueva. Cada sueño es un mundo y todo hombre es un Rey en él. ¿Me entiende?
“No suelo salir mucho aunque un cambio de aires me vendría bien ¿Dónde sería ese sitio y, que día?
“Que le parece el domingo en el Monte Takao, beber un café o dos en el Jardin de Ciencias del Bosque Tama. Eso el templo budista que esta por ahí, si es que quiere un poco de quietud.”
“Lo veo difícil, no soy un hombre de fé… Y, me da flojera ir hasta el monte Takao en domingo… Pero quiero hacer una excepción, últimamente me duermo y no recuerdo nada. Sólo creo caigo en un plano negro donde hiberno hasta que mi despertador me trae de vuelta a la realidad. Pronto me hallo en mi oficina trabajando y, bueno, ya sabe el resto…”
“Entiendo”.
“Entonces, la veo en la entrada del Parque a las 11 del día, ¿le parece bien?
“Perfecto. Hasta entonces suerte y que descanse. Nos vemos, ¡ah! Y si cambia de parecer ya tiene mi número, ¿ok?
“OK. Sayonara”
“Sayonara”.
Tsuki recordo a su papá nuevamente, penso en la pobre y triste vida de ese hombre joven ejecutivo, victima de su empleo y los pesares que acarrea una vida moderna en el Tokio de hoy. La mayoría de sus clientes no salían de ese perfil. Tipos tan grises como sus trajes. El Monte Takao siempre le traía recuerdos de esos pocos momentos familiares lejanos de la rutina hogareña, tan rico en biodiversidad, ella amaba los insectos, le gustaba observarlos ir y venir. Su madre con los refrigerios, sonriendo como nunca, ella en los hombros de su padre disfrutando de ese momento. Amaba a su padre cuando era su padre. Su madre, en sus “días de oro” antes de los reclamos, los celos y las arterias desgarradas. Coloca el celular en el escritorio, busca su taza de café y se promete no recordar más de esto hoy. Los sueños se contaminan, se vuelven pesadillas y… eso no es bueno para el negocio.

El Monte Takao es reconocido por sus bellos paisajes, muy visitados por escaladores, pero tambien quienes creen en la famosa superstición de que la pareja que asciende al Monte Takao deja de estar junta poco después de esto. A ella le gustaba citar a sus posibles clientes en ese Monte, no solo por los recuerdos familiares pero es que tampoco deseaba enamorarse ni que le tocara un loco con una colección de filias y maneras de acosarla. Faltaban dos días para el encuentro, nada podría salir mal. Esta clase de pesadillas vienen de vez en vez, es cuestión de no acondicionarlas ni dejarlas ir. Tsuki enciende el iPOD, voltea al espejo y se halla solitaria. Sí, creo la soledad es el mejor puerto para una nave llena de recuerdos, muchas veces esperando un gran motin.

Pensaba en su padre. Solitario, después de la muerte de su madre. ¿Es que ella no lo entendió a él o viceversa? Muchas veces Tsuki culpaba a su madre de esto. Porque ella no aceptó la realidad de tantos hombres modernos japoneses que no pueden estar en sus hogares a causa del trabajo. Porque que no quizo entender. Ella no le tenía odio, le gustaba pensar que era una mujer enamorada que necesitaba a su marido como una loca y poco a poco las llamas la consumieron; las llamas dejaron cenizas difíciles de aspirar.

Tsuki recordaba muy bien esa tarde. Se había escapado de la escuela con su amiga Yoshimi,para ir a Akihabara por un cartucho de Puyo Puyo y algun manga interesante el cual matar las noches. Yoshimi la dejaba siempre a media travesía para escaparse con algún puberto enamorado hacia algún Love Hotel del rumbo. Nunca le intereso el sexo, se ocupaba mejor en leer y explorar la galaxia de melodías que la música le ofrecía. Le daba asco el hedor a sexo y sudor de la gente que tomaba el metro. Le molestaban esas miradas obscenas de los señores, no entendía como una chica en uniforme podría excitarlos tanto. Igual pensaba que en su momento fueron unos patéticos perdederos que se la pasaban masturbándose en sus dormitorios pensando en su actriz favorita. Su madre de algún modo sospechaba que ese día no fue a la escuela, puesto que Tsuki llegaba directo a su habitación a jugar por horas con su Superfamicom. Su padre lamentaba el uso que se le daban a los microprocesadores en consolas como la Superfamicom pero que podía hacer. El sólo era una pequeña rueda dentro del gran engranaje.

Tsuki corre a su habitación y se tropecia a medio camino con algo tirado. Tira sus cosas y toma a su madre de los brazos, llora incosoloablemente. Toma el teléfono y marca a emergencias pero es demasiado tarde ya. El rostro de su madre tiene un blanco livido, tan macabro como la muñeca de su pesadilla cuando era una niña. Marco a su padre, le pidio que por favor fuera a la casa ya, que era urgente. Que su mamá no estaba bien. Él no lo tomo en cuenta, ya sabía que su madre había sufrido varias crisis anteriormente pero, esta era la última. Ese día los Ueda dejaron atrás muchas cosas, más que un cambio radical en el acomodo del refrigerador, notaron como todo iba cuesta abajo. Tsuki sabía que su padre jamas iba a salir de ahí, él ya tenía tiempo cansado y aburrido, la muerte parecía algo accesible y a todas luces “liberador”. Nunca pensó que esto fuera a pasar, los días en familia del Monte Takao iban cayéndose en pedazos uno a uno, formaban una pila de carne expeliendo gusanos.

Texto agregado el 14-03-2009, y leído por 223 visitantes. (0 votos)


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