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Es relativamente frecuente toparse con personas instaladas perpetuamente en la amargura, en la tristeza, el pesimismo y el desinterés. La primera pregunta que nos asalta cuando nos encontramos con estas actitudes es si son el resultado de una insistente acumulación de disgustos, mala suerte, decepciones, desengaños y fracasos a lo largo de toda una vida. Todos conocemos a personas empeñadas en encontrar el lado negativo de todo lo que acontece a su alrededor: son los pesimistas tenaces.
Cualquiera de nosotros tiene motivos, casi cada día, para preocuparse o entristecerse. Pero estropearse la vida a propósito es una habilidad que se aprende, no es suficiente con sufrir experiencias negativas. Lo peor es que quienes se empeñan en ver el lado negativo de las cosas, además de convertirse en personas infelices, tienen una penosa facilidad para amargar la vida de quienes tienen al lado, especialmente si las víctimas son niños o jóvenes, o dependen emocionalmente de la persona siempre insatisfecha.
Normalmente, “los amargados” tienden a desempeñar el papel de víctima, en una forma de comunicación interpersonal en la que (casi siempre para captar la energía y atención ajenas), asumen uno varios de estos roles: el de perseguidor, que hace de malo, interroga y es percibido como un listo que lo sabe todo y castiga o humilla a quienes cree que se equivocan; el de salvador, que busca que le reconozcan su papel bondadoso pero que a la vez nos pasa constantemente facturas de cuanto hace, y el de víctima, cuyo planteamiento de supervivencia y comunicación es dar lástima a los demás, captando su atención mediante la exhibición de su sufrimiento.

Cómo vivir en la amargura y la infelicidad:

a) Créate problemas, y si no tienes bastante con los tuyos asume como propios los de los demás. Llena tu vida de complicaciones reales o ficticias, y concede gran importancia a todos los sucesos negativos.

b) Piensa que siempre tienes la razón. Todo es blanco o negro, y sólo existe una verdad absoluta: la tuya. Rechaza de entrada lo que digan los demás, incluso cuando pueda aportarte algo positivo. Si la idea o propuesta no es 100% tuya, deséchala, seguro que no merece la pena.

c) Vive obsesionado. Elige un acontecimiento suficientemente negativo de tu memoria, conviértelo en recuerdo imborrable y tráelo a tu mente una y otra vez, hasta que sólo vivas para pensar en ello. Así, las dificultades cotidianas no absorberán tu atención.

d) El presente no merece la pena, piensa siempre en el futuro. Aplaza el disfrute de los placeres de este o aquel momento, porque no puedes saber lo que te deparará el futuro. Confórmate con lo malo conocido y no te arriesgues ante lo bueno por conocer. Tortúrate pensando en todo lo negativo que te podría ocurrir dentro de unos años.

e) Jamás te perdones. Llegarás a un punto en el que tan sólo sentirás autocompasión. Piensa que tú eres el único responsable de lo que te ocurre, y nunca creas que hay situaciones que escapan a tu control.

Estas recomendaciones se plantean en un tono irónico con la intención de despertar la autocrítica y de que nos veamos un poco ridiculizados ante este tipo de pensamientos que nos invaden y determinan nuestra conducta hasta el punto de amargarnos la vida.
Una alternativa interesante
La psicología científica propone sistemas para abordar este tipo de situaciones. Uno de ellos es la reestructuración cognitiva, una técnica cuyo objetivo es identificar, analizar y modificar las interpretaciones o pensamientos erróneos que los sujetos experimentan en determinadas situaciones o tienen acerca de otras personas. Un pensamiento es un diálogo con nosotros mismos, que contiene afirmaciones sobre situaciones, circunstancias, temas y personas. Cada una de esas afirmaciones es un pensamiento, que podemos clasificar en dos grandes grupos: los positivos, que nos ayudan a alcanzar nuestros objetivos y tienden a crear emociones positivas y nos hacen sentirnos bien; y los negativos, que obstaculizan el logro de nuestros objetivos y generan emociones negativas que hacen que nos sintamos mal.

Qué hacer para no dejarnos invadir por los pensamientos negativos:
�?� Reflexionar sobre la influencia que nuestros pensamientos o interpretaciones tienen sobre nuestras emociones y conductas
�?� Identificar los pensamientos que nos hacen sentirnos mal en una situación determinada. La señal que nos avisa que quizá sea conveniente identificar nuestros pensamientos es la percepción de estados emocionales negativos como ira, angustia, miedo, tristeza… Una vez identificados, debemos controlarlos, objetivarlos, anotarlos en un papel y, en la medida de lo posible, asociarlos a las circunstancias que los crearon, para después reflexionar sobre ellas
�?� Analizar estos pensamientos para ver hasta qué punto se corresponden con la realidad y en qué grado nos afectan.
Finalmente, busquemos pensamientos alternativos a los que nos hacen sentir mal. Los pensamientos alternativos deben ser más racionales y positivos


Por Bunkita

Texto agregado el 14-03-2009, y leído por 233 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
14-03-2009 Vaya, de haber sabido esto antes, en la puta vida hubiera algo relacionado con filosofía. Son la respuesta a los problemas del mundo, ¿se dan cuenta? Casi dioses. Esto es muy marica. mente_ranchera
 
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