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Caminaban dos niñas por el sendero. Iban por el desfiladero de una montaña, el paisaje era impresionante, montañas en todo lo que se podía ver, un río que pasaba a lo lejos, el sol sobre sus cabezas en un cielo despejado y azul. Y las dos caminando, se les notaba cansadas.

Hermana – llamo la que parecía más pequeña -
¿cómo cuanto falta? Ya estoy cansada

Ya te dije que no lo sé – respondió la hermana mayor – no sé qué tan grande sean estas montañas.

Pero…- gimió la pequeña – ya me hartaron las montañas, son aburridas; se supone que aquí hay mounstros y cosas emocionantes, ¿Por qué no ocurre nada?

Shhhh – cayo la mayor a la más pequeña mientras se volteaba hasta su hermana y susurraba- ¿quieres que nos escuche? ¿Acaso quieres que nos ocurran más tragedias?

La pequeña puso sus manos sobre su boca.

Siguieron caminando.

Una araña enorme cayó desde el cielo y se poso enfrente de las dos niñas. Ellas la miraron asustada.

La feroz araña abrió su boca y les gruño a las pequeñas justo antes de abalanzarse sobre ellas. Las niñas se agacharon para evadirla, recogieron un par de piedras del suelo y se las arrojaron a la bestia. Al ver que no había mayor resultado corrieron hasta el final del desfiladero mientras la horrible araña las perseguía. Voltearon para ver su muerte inminente. El horrible alacrán gigante se acerco más y más a ellas.

¡Con un…!!! – Grito la mayor completamente exasperada -¡se suponía que era una araña gigante!!

La pequeña trato de tranquilizar a su hermana, pero fue en vano.

La mayor saco una pistola de su mochila y le disparo al animal hasta que cayó por el barranco.

Listo – dijo la mayor guardando la pistola de nuevo – hay que continuar, supongo que ya se acabaron las montañas.

Las chicas voltearon y vieron el imponente desierto que se asomaba frente a ellas.

¿Desierto? – gimió la más pequeña –

¿Y que querías? – Replico la más grande – se supone que el viaje debe de estar repleto de peligros y dificultades.

Y siguieron las dos caminando por el terrible desierto.

¿Y es completamente necesario que sigamos? - seguía quejándose la pequeña – creo que podríamos aprender a lidiar con esto.

Si claro – respondió sarcástica su hermana – te recuerdo que a nuestros padres los devoro un hipopótamo-alienígena gigante.

Si pero resulto ser un mal entendido entre razas intergalácticas y al final el se disculpo y logro obtener su lugar como verdadero rey de su planeta – respondió la más pequeña mientras cortaba la espesa maleza de la selva para darse paso por el estrecho camino-

¿Y nuestra abuela muerta por una enfermedad extraña? – siguió la más grande-

Pero al menos murió después de haber deshecho la mafia que aterrorizaba la ciudad y asegurándonos la fortuna que nos permitiría vivir en paz – respondió la menor-

Su hermana le dirigió una mirada intensa de regaño.

¡Cuidado!! – Grito la más pequeña mientras quitaba a su hermana del curso de una flecha-

¿Y ahora qué?! – Grito la mayor-

Desde la espesura de la selva comenzaron a salir lo que parecían indios de alguna tribu perdida en el mundo; poseía flechas y cerbatanas con las que atacaban a las niñas.

La mayor saco de nuevo su arma, pero al tratar de disparar noto que estaba descargada.

¡No!! – Grito la chica mientras la tiraba molesta al suelo-

Las dos hermanas corrieron lo más rápido que pudieron, pero la tribu las atrapo en la orilla del río. Parecía que iban a morir, se escucho la tensión en los arcos, las dos hermanas se miraron asustadas la una a la otra, se dispararon las flechas. Las dos gritaron.

Los ojos de la más pequeña brillaron y se levanto unos centímetros en el aire creando un campo de fuerza invisible que detuvo las flechas. La tribu de indios perdidos la miró sorprendida, dejaron los arcos en el suelo y se fueron.

La hermana menor bajo a la tierra y volteo sonriente a su hermana, pero esta seguía con su actitud de fastidio.

Eso no hace que valga la pena – aseguro la hermana mayor mientras volteaba hacia el río y veía el hermoso velero que estaba sobre la corriente – ha… ¿eso siempre ha estado ahí?

¿Desde cuándo eso importa? – Respondió la pequeña –

Si no importo el que hubieras apostado todo nuestro dinero en la carrera de caballos.

Ya te dije que yo creí que ganaría – reclamo la hermana mientras subían al velero-

Navegaron por el río hasta llegar al mar, navegaron por el mar durante largo tiempo.

Y pasó más tiempo, las provisiones de sus mochilas se acabaron y solo les quedo recostarse sobre los troncos de madera que formaban el piso de la débil balsa. La sabana vieja que la hacía de vela casi no impulsaba a ese pobre barco.

Me gustaba más el velero – gimió la más chica –

Y a mí me gustaba más cuando mi pistola tenía balas – gimió la más grande-

La marea se volvió abrupta y en medio de la tormenta la balsa se volteo. Las dos cayeron al mar, donde había remolinos que las jalaban más y más hacia el fondo, justo cuando el aire se les acababa una luz surgió desde el fondo del océano, transformándolas en sirenas. Y nadaron las dos hasta unas grutas escondidas, donde pudieron salir de nuevo a la superficie.

Era una isla tropical, las dos hermanas salieron y se pararon sobre la blanca arena.

¡Eso fue…!!! – Grito feliz la hermana pequeña mientras alzaba los brazos, pero la mayor la interrumpió con un gesto de su mano-

No lo digas – regaño la hermana-

Y siguieron caminando por la isla, pero comenzaron a soplar helados vientos, la nieve cubría sus pasos, pero no las detenía, nada lo hacía. Escalaron la escarchada montaña, desde la base hasta la punta, en la punta encontraron una cueva y entraron a ella.

Nada de esto tiene sentido – se quejo la hermana más grande mientras entraban a la gruta-

Pero por eso vinimos – respondió la hermana pequeña con un extraño semblante serio – para ponerle fin.

Y caminaron por la gruta y por las extrañas y luminosas escaleras que encontraron al final.

Esas escaleras parecían no tener fin, pero se acabaron. Las dos hermanas llegaron hasta un territorio blanco, de tierra firme, donde no había nada.

Miraron hacia arriba y lo vieron, ese cielo al que nadie nunca había llegado. No había nubes ni sol, solo una pantalla resplandeciente, donde caían y caían manchas negras.

¿Eso es? – Pregunto la pequeña-

Si – respondió la más grande – eso es lo que le pondrá fin a este cuento malo.

La hermana más grande saco de su mochila un arco y una flecha, tenso el arco y apunto hacia aquel cielo manchado.

¿Estás segura de esto? – Pregunto la pequeña con miedo-

La chica respiro profundo y lanzo la flecha. Esta se clavo en el cristal y rompió la pantalla, las manchas de tinta empezaron a caer sobre ellas, sobre el espacio vacío que pronto se lleno de negro, que desapareció.

Había alguien tratando de escribir un cuento; pero de repente, sin ninguna explicación, la pantalla de la computadora se rompió para ya no volver a servir jamás.

Texto agregado el 14-03-2009, y leído por 136 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
14-03-2009 No hay ninguna regla para escribir, tan sólo es una expresión del alma, bien. Saludos desde Iquique Chile. ex_de_mitsy
 
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