Profilaxis
La verdad no me importó que no supiera cual era su izquierda o su derecha. Tampoco el físico, la descoordinación y los etcéteras (me refiero a los pisotones varios) Tal vez fue porque pensé que ambos estábamos en el curso de salsa para conocer gente, a ese otro que nos era negado en el trabajo, en el metro, e incluso, en el negocio de la esquina. Pero él tenía unos ojos tiernos, unos ojos transparentes que me decían que era una persona confiable, alguien en quien creer. Y no es que me presente excusas a mi misma por haber ido a su departamento. Al final, como dicen mis amigas, un polvo nunca está de más; tomando las precauciones por supuesto. Total ya pasamos la edad donde la mamá nos hablaba del embarazo y después del VIH, y está claro que a nadie le gustan los condones. Pero él era la imagen del hombre bueno, confiable, así que pensé que esta vez era un terreno seguro.
Al abrir la puerta de su departamento lo confirmé absolutamente. Paredes albas, cortinas albas, una mesa transparente con sillas de vidrio y acrílico que no te piden fijar la vista en ellas. A la derecha, una cama de dos plazas envuelta en un plumón blanco. Y ahí estuvo la decepción y el desengaño. Nada había de él, ni fotos, ni cuadros, ni siquiera una habitual imagen del Che que actuara como conjuro para adscribirse a algo, a un color, un matiz.
Te juro que aunque no entré en su baño podría describírtelo. El paradigma de la profilaxis, con el auspicio de clorogel y Lysol que mata el 99% de los gérmenes. Ni cuando me subo al metro espero esa pulcritud, me fijo en la gente, en lo que piensan, de donde vienen y para dónde van. Claro que es imaginación, pero prefiero dar vida a lo que no la tiene o la esconde. Y ahí no había vida. Era un continuo pedir perdón y negarse como ser.
Flaca. Tú me conoces y sabes que si estoy yendo a esas clases de salsa es porque quiero que salga eso que pienso que soy, esa pasión que intuyo y que a veces, con una cuota de ron aflora. No siempre en el lugar correcto, lo reconozco. Pero esos ojos tiernos, esa mirada transparente era sólo vidrio que reflejaba lo que uno quisiera mirar en ella. Y cágate de la risa. Me vi a mi misma en esa cama blanca, piernas abiertas, esperando. Y recién caché que no quiero la mirada clara, transparente. Si el sudor tiene color, ese es el tono que busco en la piel, en sus ojos, en su pecho, Los rojos de la carne abierta, los azules del ahogo, el crisol de los ojos cerrados con verdes, púrpuras y amarillos.
Haciéndola corta; si es por estar con una misma, mejor solita. Una cosa es buscar a aquella persona que el destino nos niega, pero nunca conformarse con aquel que se niega a si mismo.
Flaca. Si ni siquiera había una imagen que lo comprometiera, ni la foto de la mamá, ni el póster de scarface (tan trillado). Ni siquiera Homero Simpson. Cachai.
En resumen. Cero polvo.
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