“¡Sé mío!” gritaba mientras la locura se elevaba por su cabeza, flotando en pura energía malgastada, en puras voces que no podían encontrarse, arañaba el vidrio centrándose en la figura tan lejana de aquel niño, que pareciese en otra dimensión, jugando con sus polcas “¡Sé mío!” gritaba de nuevo la mujer que desgarraba su corazón y quitaba su alma buscando romper el vidrio con sus débiles uñas, con sus manos gastadas. Entre llanto y llanto sus fuerzas se iban alejando y sus poros no respondían ante el dejo de suspiros y respiros dolorosos, solo pudo caer y apoyarse en aquella pared cristalina que le dibujaba su pasado y su vida entera, un niño con sus zapatillas gastadas y su cabello en hebras castañas y puras. “sé mío” susurro en un hilo de voz por ultima vez grabando el reflejo en su memoria, guardando esas rodillas pequeñas y sucias en su corazón “sé mío” repetía de vez en cuando volviendo a golpear el vidrio, buscando el calor de lo que ya nunca fue y nunca pudo ser, de pronto abrió los ojos exaltada, se vio recostada boca arriba bajo el techo, el cuerpo de un hombre a su lado respondió ante el exalto y la ayudo a sentarse en la cama.

- ¿Otra vez la pesadilla? – posó su mano en la mejilla húmeda de la mujer, la mujer vacía en ojeras y labios secos le respondió con mirada angustiada y poseída en la melancolía mas grande de todas – Mi bebe iba a nacer… - logro articular – iba a ser mío – un abrazo y caricias en la cabeza inundaron la habitación en el silencio mas respetado de todos, regalando brisas blancas al funeral de un bebe que nunca abrió los ojos.