Ella se dejó caer desde lo alto pero lo hizo lentamente. ¡Qué cosa extraña!, pensé, pero bueno, hay tantas cosas que no he visto en este mundo…
La curiosidad pudo más que yo.
Cuando pasó junto a mí, durante su descenso, su mirada profunda se cruzó con la mía. No nos dijimos nada; ella era distinta. Me llamó la atención el tamaño y color de sus ojos. Casi negros diría, tal vez la poca luz del lugar hizo que los viera oscuros. No se, no estoy seguro.
Y así pasó, ella siguió con sus cosas. Trepaba y bajaba lentamente, trepaba otra vez y otra vez bajaba.
Me aburrí de mirarla y ahí me quedé, no hacía frío pero curiosamente, yo me restregaba las manos con frecuencia. Hasta que al fin casi me quedé dormido. A pesar de ello, sentía la presencia de esa dama.
Muda, inquieta pero sigilosa y por sobre toda descripción, muy misteriosa.
Pasaron algunas horas. Lo último que oí fue un estruendo. Una luz más intensa que sol me asustó tanto, que al intentar huir quedé inmovilizado.
Ella se acercó rápidamente y clavó su aguijón ponzoñoso bajo una de mis alas.
Su red, era perfecta…
Nota: Si a alguna mujer esto le impresiona, también tengo cuentos de cucarachas y todo tipo de artrópodos, van sobre pedido.
Con cariño
avjota
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