Agotada ya su belleza hace muchos años, una mujer busca exprimirse y sacar de ella el jugo de una roca. En sus ojos unta una capa de pintura, como si esta pudiera cubrir la acumulación de tiempo que expele su mirada. Se viste con falda corta, y negra. Una polera corta, que haga que valga la pena tantas horas dentro de un gimnasio. Sus labios marchitos reciben nueva vida con el rush, pero ni un mar de este puede ocultar las gritas que han dejado todos esos besos que zarparon sin rumbo a un puerto desconocido.
Se mira en el espejo y frente a el, sus ojos parecen agrietarse y a través de ellos, brota como agua, la belleza podrida sobre sus largos inviernos. Pero ella no lo ve, se siente segura de provocar. Y sale a la caza, cual animal de carroña.
Entra al bar, a los pocos minutos ya ha lanzado un sinfín de anzuelos, disfrazados de miradas y caricias, y como buen pescador en alta mar, se sienta a esperar. “A mar revuelto ganancia de pescadores” se suele decir, pero aquella noche, pese a la anarquía de las copas, se tuvo que conformar con ver como más hábiles pescadoras y con mejores carnadas se llevaban los mejores pescados. Pero no desistió, el licor que la atravesaba y le daba la certeza de que estaba viva. Aquel alcohol mezclado con sus deseos carnales la convirtió momentáneamente en una bestia, su interior rugía y su cuerpo hacia lo materialmente posible para retener aquella explosión interna que amenazaba con desintegrar el aire en sus pulmones, pero pese a que sus deseos y el licor eran fuertes ella se las arreglaba para parecer como una roca por fuera. El tiempo, impostergable parecía pasar con la inconsistencia de los animales mágicos, pero con la constancia de algo que posee raíces físicas.
Tomo otro trago, sin sospechar que este avivaría sus deseos al borde de su aguante, ya no podía más, no conciente de su desgastada belleza busco un objetivo. Pero aparentemente sin notarlo, porque tenia controlado todos los movimientos de los aldeanos de aquel bar, vio acercarse a ella a un hombre, era como de su edad, y tenia en su semblante un aire a soldado de mil batallas perdidas aquella noche, se acerco a ella y busco abordarla con una vaga conversación, pero el evidente entusiasmo de ella y su aparentemente fácil entrega termino por apagar en el alma del hombre los deseos de abordar.
Quedo sola, entregada a la delicia de la derrota, el bar de solteros al que habia entrado parecía haber mutado a uno de parejas, donde ella estaba sola, su aparente borrachera le valió una educada invitación a volver al puerto. Ella estaba mal, su estima habia sido acribillada, pero el orgullo la arrastro en la forma mas digna que su cuerpo pudo a la calle. Camino a su casa, con la esperanza que un caballero andante la salvara de si misma, pero este no llego, no es que no llegara, si no que llego, pero paso a su lado indiferente como una brisa fresca que no deja mas rastro que un escalofrió. Llego a su casa, maldiciendo cuanta cosa atravesó por su mirada. Se acostó, aun excesivamente maquillada y se prometió, como ya lo habia hecho tantas noches desde aquella que su esposo la abandono, que mañana seria el día de su gran botín.
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