EL TANGO EN MI RECUERDO
Presente en mi memoria están los años,
en que mi madre sonriente me contaba,
los galantes sondeos de mi padre,
para lograr poco a poco, conquistarla.
Mi madre, una amante de la danza
con sus hermanas y otras, descollaba
danzando cual eximia bailarina,
y mi padre, tan solo "caminaba"
El seguir el compás de alguna música,
mi amado padre, jamás pudo lograrlo,
y nos contaba que todas las veces
se reía intensamente, al intentarlo.
Si nuestro padre no lograba esos pasos,
a cambio, pudo ser un músico en la vida,
que escribió maravillas a mi madre,
con la letra sublime de sus poesías.
Ambos nos hicieron amar intensamente
la belleza de la música, su armonía,
y todos juntos gozamos plenamente
de la dichosa unidad de una familia.
Las nostalgias de mis días infantiles,
el recuerdo presente de mi infancia,
era escuchar el canto de mi madre,
escapándose a través de una ventana,
y al volver a mediodía de la escuela,
solía escucharla mientras me acercaba,
fueran buenos o malos aquellos días,
era un canto su palabra cotidiana
que se elevaba, no me cabe duda alguna,
hasta el cielo, cual si fuera una plegaria,
y se mezclaban en mis oídos infantiles,
un tango, un paso doble, una balada
que vibraban intensos, melodiosos,
grabándose en los rincones de mi alma;
mi infancia luminosa de poemas,
y el canto cotidiano de mi madre,
han quedado impresos en mi mente,
un recuerdo maravilloso e imborrable.
Los acordes armoniosos de una orquesta,
reviven cada instante del antaño,
y me traen raudamente hasta el presente
la vivencia en las letras de algún tango.
Las nostalgias de faroles mortecinos
en la niebla de alguna madrugada,
los tiempos juveniles, la utopía,
de aquellos, mis anhelos de muchacha.
Esquinas color sepia en mi recuerdo,
aunque no viví los rincones del porteño,
he caminado sus calles y sus barrios
inmersa en la etapa de los sueños,
porque abrí los ojos a este mundo
en un rincón querido de ese suelo,
y me vibran en la sangre los acordes
que trascienden los espacios y los tiempos.
La intensidad de las letras y su música,
el pincel en la magia de Quinquela,
el "Caminito" borrado por el tiempo,
el aroma en la flor de "Madreselvas".
Filosofía de la vida del porteño,
en muchas de sus estrofas reflejada,
el amor por la música y el baile,
y un ritmo vital: "La puñalada".
"Taconeando" las calles coloniales,
recordando "La casita de mis viejos"
y sonando en las almas "Cambalache"
en la genial permanencia de Discépolo.
La mágica armonía de algún acorde,
el rítmico acento de aquel bandoneón,
las grandes orquestas donde cada arpegio
llevaba la fiesta hacia el corazón.
La rubia "Mireya" andando las calles,
los barrios porteños de aquel arrabal,
viejos almacenes con luz mortecina,
y los compadritos bebiendo en un bar.
Y el tango vibrando melodioso
en la voz como ninguna de "Malena";
el bar de aquella esquina silenciosa
y un farol alumbrando las veredas.
Viviendo la armonía de esta música,
nos trasladamos vibrantes al ayer,
nuestro zorzal criollo, tan querido
!la voz maravillosa de Gardel!
Envueltos en las brumas de aquel tiempo
perdidos en los ensueños del encanto,
y viviendo en el fondo de mi alma
se me agolpan las memorias de los tangos.
Estos ritmos, las milongas y los tangos,
han llegado a lejanas latitudes,
embajadores que han viajado por el mundo
produciendo entusiasmo a multitudes.
Esta especial música ciudadana,
guarda los anhelos queridos de esta tierra
para mí, hay pocas cosas que la igualen:
es distinta, es única, y es NUESTRA!
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