Yo me detenía en la estación y la gente descendía, mientras otros comenzaban a subir, se sentaban cómodamente, pero antes colocaba sus valijas y bolsos en el portaequipaje; los niños corrían por los pasillos de un vagón en otro, y de pronto se detenían asombrados mirando como se sucedía, se sucedía, se sucedía por kilómetros y kilómetros la llanura pampeana, donde se extendía la vista en extensión de distancia; se hacían amigos en mis pasillos, no solo los chicos, también los adultos.
Levantaban mis ventanillas y yo mientras avanzaba sabía que en los días de calor despeinaba a las muchachas, mientras sus enamorados disfrutaban del espectáculo.
Ah... y había que ver mis camarotes! no tenían nada que envidiar al mejor Hotel!... Luego, también estaba mi SAlón Comedor, con 5 o 6 menúes que variaban según el día.
Me encantaba ver cada vez que me detenía, la estación, el progreso de aquel pueblo que florecía en las cinturas de las muchachas, en el surco, en los animales que pastaban mansamente en las verdes praderas; disfrutaba de ver desde la estación, como se engalanaba la muchachada joven para ir al "baile" semanal, donde venían a tocar las mejores orquestas de Buenos Aires, en el Hotel del pueblo, una garantía de excelente atención, pulcritud y diversión sana.
Cada casita tenía un precioso jardín, lleno de flores; la escuela se llenaba de voces de alegría de los niños jugando, la Iglesia era el lugar obligado los domingos(fuera o no uno de la religión católica); luego también estaba la famosa "vuelta del perro"-dar vueltas y vueltas a la misma (a la única) plaza .
Uní tantas, pero tantas, tantas veces las enormes ciudades, las ciudades importantes con aquel pueblo!una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez....pero nunca fue rutina para mí; mi vocación de locomotora se cumplía paso a paso, y ya pensaba en llegar a una vejez feliz y al descanso...
Pero... de pronto se cortaron todas las conexiones a ese y a otros pueblos, y todo el brillo desapareció, las chacras no podían sobrevivir, los tambos quebraron, el ganado no podía pastar,los caminos se anegaron, los jóvenes emigraron, ya no hubo más gritos infantiles en la escuela, porque ya no había niños , no había maestra...
Poco a poco, ese pueblo brillante, progresista, emprendedor, se vió más y más reducido en su población.
Hoy duermo a la intemperie con mis hierros oxidados, muda, inmóvil, llenando de gritos sollozantes el recuerdo...
YA NO HAY MAS PUEBLO.
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