SANTOS
El crepúsculo largo de la tarde de verano descendía lento sobre la laguna del pueblo de cáhuil tiñendo los bosques que la bordean con el color rojizo del sol que se va a dormir
Durante el invierno el cercano mar había pasado por sobre las dunas que lo separan de la laguna para llenarla de vida
Los peces dejaban rielar el sol sobre sus plateadas escamas, dando al fondo da la laguna la sensación de agitación y vida, que renacía cada vez que los remos de los botes en que paseaban los turistas herían el verde encrespado del agua.
Largos y tediosos días de verano en que cada visitante a las arenas de la laguna recodaba sus días de trabajo y obligaciones para encontrar mayor placer en el ocio del estío. Era este el paisaje que reinaba a la hora en que desde una pequeña cabaña rodeada de pinos cipreses al sur de la laguna bajaba por un sendero de toscas piedras un personaje que Vistiendo casaca delgada de color crema y jeans descolorido, que le daban a la distancia un interesante aire juvenil -.a pesar de sus mas de cincuenta años, se proponía cambiar la manera de vivir las siguientes noches de aquel verano.
Como era su rutina subió por un promontorio desde donde se domina todo el paisaje y a lo lejos por sobre las dunas las blancas crestas de las olas del mar. El viento frio de la tarde lo hizo estremecer, continuo su caminata hacia el borde de la laguna, le gustaba marcar sus pisadas en la arena dejar un rastro que sabia que el viento borraría al final del día. Subió el cuello de la zamarra y continuo el trayecto acostumbrado, cada cierto trecho se detenía para dar a sus cansados pulmones una bocanada de exquisito aire salino. Sus ojos color miel reflejaban satisfacción y recuerdos, deseaba en días como estos no estar solo pero íntimamente sabia que la soledad era lo mas conveniente para realizar sus sueños de juventud, cambiar la historia de una noche de verano.
Al llegar a la orilla del mar aun los cerros no perdían el rojizo de la tarde, los gaviotines que en gran número jugaban con las olas, lo vieron y se mantuvieron a prudente distancia del intruso que venia a romper la tranquilidad de la extensa y solitaria playa El ronco tronar de las olas era el único sonido en kilómetros perro si los pensamientos se pudieran escuchar, eran tantos lo recuerdos.
Desde que dejo de trabajar como camionero se refugio en este pequeño pueblo para vivir solo con sus recuerdos y sus sueños, fueron miles y miles los kilómetros recorridos en su viejo camión por los mas recónditos caminos del país, conoció pueblos y personas que lo marcaron para toda la, vida pero también hubo otros que pasaron por su vida como la espuma de las olas, sin dejar el menor rastro, así sucedió también con el amor nunca se caso porque siempre vivió de paso y su pasión fue el tabaco y la música
Al poco tiempo de llegar a Cáhuil y después de un largo y lluvioso invierno se recrimino por no haber formado una familia, pero esa soledad le sirvió para refugiarse en la música, desde joven planifico lo que haría cuando dejara de conducir y fue aquí en este pueblo donde encontró el escenario ideal para sus planes un pueblo tranquilo y de hermosos paisajes al sur del balneario de Pichilemu donde planeaba vivir su mas personal aventura.
Recorría los senderos mas solitarios de entorno, su mayor placer consistía en cruzar la laguna sobre la balsa que se ubica al sur del pueblo para recorrer por horas el sinuoso camino que bordeado de álamos y eucaliptos lleva hasta el pueblo de Bucalemu , solo con sus pensamientos caminaba por los potreros alfombrados de verde desde donde se puede ver el mar, allí se detenía para gozar con el tranquilo vuelo de algún aguilucho o escuchar los suaves graznidos de las bandadas de gaviotas que le saludaban desde lo alto.
Fueron también largas y lluviosas noches de invierno las que paso sentado frente a la chimenea de su blanca casa de adobes disfrutando del calor de los leños que con su crepitar venían a romper el pesado silencio de la estancia, mas sabia que la lluvia seria pasajera y que pronto vendría el sol que con sus rayos haría renacer la vida en los bosques cercanos por los que acostumbraba caminar al amanecer
No envidiaba nada pues era feliz a su manera, su único contacto con el pasado era el correo, un antiguo colega camionero le escribía regularmente y fue a este a quien le encargo una importante misión
Paso el lluvioso invierno y se preguntaba del por qué del silencio de su colega hasta que una fría mañana a mediados de septiembre recibió la ansiada misiva, su amigo le decía que el pedido no era fácil de conseguir en Santiago pero el tenia que llegar con una carga hasta Iquique y desde allá le enviaría su encargo dentro de los próximos quince días.
Santos Paredes amaneció de muy buen humor, antes de que el balsero iniciara la primera travesía del día el ya estaba esperando para cruzar la laguna, ya al otro lado camino con paso firme y rápido llego al sendero que desciende hasta la orilla del mar, por entre los bosques, se quedo mirando el horizonte, vio el mar encrespado el viento de septiembre levantaba grandes mantos de espuma blanca, el aguilucho seguía planeando en lo alto esta vez las gaviotas no vinieron a la cita.
Quería contarle al mundo que su sueño empezaba a ser real, camino de vuelta a casa por las lodosas y solitarias calles cruzando el pueblo hacia el norte, se encontró con el viejo pescador al que conocía desde que llego a vivir a Cáhuil, mas la conversación verso sobre el clima y la pesca, su timidez no lo dejo rebelar su secreto.
Coincidente con la llegada de la primavera Santos recibió su encomienda, era un paquete rectangular de aproximadamente un metro de largo envuelto en papel café, atado con un cordón plástico negro y lacrado, sus manos sudaron cuando el cartero se lo entrego, lo tomo como si fuese un bebe, camino lentamente hacia el interior de la casa y lo deposito sobre la mesa del comedor, el tibio sol de septiembre penetraba tímidamente a través de de lo limpios ventanales, poniendo a la estancia un matiz de nostalgias y recuerdos. Lentamente se sentó frente al bulto con los ojos llenos de estrellas que refulgían, dejando ver cada emoción, que ese hombre de cincuenta y cuatro años estaba viviendo. Se levanto y desde un cajón de la alacena saco unas tijeras las que utilizo como si fuese el más cuidadoso cirujano, corto el cordón negro pero no se atrevía a desdoblar el papel, vivía cada segundo, dejo las tijeras de lado tomo la caja en su falda y leyó.
A: SANTOS PAREDES
INDEPENDENCIA 0821
CAHUIL VI REGION
CAHUIL
RMTE: FRANCO ALVAREZ BRAVO
BALMACEDA 15
IQUIQUE
CHILE
Como quien deshoja una flor fue desdoblando el tosco papel para descubrir una caja plomiza en que se leía
MUSIC JAPAN
SAXOPHONE
MADE IN JAPAN
Rompió los sellos, abrió la caja y por fin lo vio, era un hermoso saxofón de color bronce
Había atardecido, en la penumbra de la sala miro a su alrededor y su vista se clavo en la radio que con su verde ojo mágico, lo invitaba a evocar un pasado en el cual sus oídos habían descubierto a través de sus ondas, la mágica música del saxofón, que fue para el como un embrujo que desde las primeras notas, penetro en su espíritu para quedarse
A los veinte años tuvo en sus manos por primera vez el instrumento del que supo sin mucho estudio sacar melodías que le salían del alma, su piel se erizaba, cada vez que sentía que sus notas eran armoniosas y bellas.
Mas tarde en el tiempo siguió cultivando su pasión solitaria casi incógnita, solo su camión y los bosques lo escuchaban, le gustaba detenerse en algún camino solitario, tocar su música y dar a su alma un baño de melodías y emociones, eran sus momentos mas de mas dicha, fue por eso que cuando lo vio allí en su casa de retiro, al alcance de su mano, lo tomo como si fuese un cáliz sagrado y bailo con el, en un rito de amistad y recuerdos
Anhelaba que llegara la oración que es la hora en que la tarde se alarga como si el sol no quisiera marcharse y dejar paso a la noche, para tocar su música y llenar el silencio de su hogar con melodías nacidas en soledad.
Así llego el verano y una rojiza tarde de febrero santo inicio un paseo por las dunas buscando el mejor escenario para su acto, caminó largo rato sobre la blanda arena, hasta que la noche comenzó a sembrar el cielo de estrellas, fue entonces a su casa, recogió el maletín en que guardaba su instrumento y volvió a la playa.
Las noches de verano en Cáhuil son silenciosas húmedas y estrelladas, el silencio solo es roto por el grito de algún ave nocturna, o por el chapotear de los peces en la alargada laguna, que refleja titilantes las amarillentas luces del pueblo que la rodea, de este paisaje nocturno Santos disfrutaba, se sentía un intruso en este silencio, se sentó en la arena húmeda y como en un ceremonial, abrió con mano temblorosa el maletín y saco el saxo, poco a poco se fue incorporando, miro al cielos vio que todos los astros serian testigos de su acto se sintió tímido y emocionado, llevo lentamente el instrumento a sus labios y de ese metálico objeto, saco la mas bella y encantadora melodía, que en aquellas arenas y en ese mas se habían escuchado jamás .-
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FIN
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