Rueda.
Que de él provenía todo su sustento. Hacía muchos años, un pescador, ya lo había entendido y cuando me lo confió dejo una huella. Me hablo de su vida, de su historia. Comprendí que esta en mi. ¿Por donde empezar?.
Mi niñez entre 10 hermanos. El muelle, para correr. Las rodillas peladas. Los pantalones heredados. Las peleas perdidas y ganadas. El trabajo en casa. El maestro y las clases en la capilla. El desapego obligado por la distancia. La inocencia.
El pueblo.. El de siempre.. El de toda la vida.. El de hoy.
Rodeado de míticas leyendas marineras. Como aquella tormenta donde los hombres pelearon codo a codo en el mar y sus mujeres rezaban, mientras veían ansiosas la maraña de olas y barcos, no muy lejos del arrecife. Leyendas acuñadas en las tablas del bar, entre rones al final de cada día. Mutaciones de vivencias reales, para destacar los valores y el coraje del ser.
Mi madre, echando leña al fogón entre harinas y pescados, con rostro curtido por la sal del mar y de la vida. Surcos amorosos, que arropan del frío invierno, que difuminan la dureza del presente. La austeridad. La espera. La mirada al faro. Los panes calientes del domingo. El refugio. La que todo lo cura. El perdón.
Mi padre, cargado de pescados, redes y anzuelos. Ropa gastada y zurcida. Manos callosas capaces de amar. Silencio repleto de palabras. El reencuentro. Historias nuevas a la luz de la la leña ardiendo. El ruido de tomar sopa. El roncar de la siesta. La palabra cumplida. El camino.
Soy ahora todo esto. Toda la historia esta en mi y de ahí proviene todo mi sustento.
Repasando mi vida, agradezco y purifico, este momento final.
Ojalá, pueda encontrar a quien contárselo y que renazca.
06 de marzo de 2009. 20:10 horas.
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