EL CIPRÉS
El alto, ancho y añoso ciprés esta a la entrada del cementerio del pueblo, su frondoso follaje da sombra en la época estival y guarece de la lluvia en el tiempo de invierno. El ciprés ha visto muchos cortejos, todos diferentes, él en silencio aguarda cuando llegan.
Una tarde de invierno, fría y muy gris, con una llovizna túpida, vio entrar un cortejo, observo el carro funerario de un color negro brillante, con su parabrisas húmedo, avanzando despacio, trás él un vehículo color gris y en su interior dos jóvenes adolescentes, un varón y una niña, silenciosos con los ojos llorosos, sus rostros bañados en lágrimas de dolor, el corazón gelido de temor, de rabia, de impotencia, de ternura, de amor e incomprensión.
Lento ingresaron y el ciprés obsevó que a lo lejos se detuvieron, abrieron la puerta del carro mortuorio, y vió una urna color caoba, con una cruz sobre su tapa, unos hombres la tomaron para acercarla a la tumba abierta que esperaba, mientras comenzaba una tenue lluvia a caer e iba humedeciendo los vehículos, la urna, y a los jóvenes y esa lluvia se confundia con sus lágrimas.
Un viento suave comenzo a mecer las ramas del ciprés, él se dejaba llevar por la brisa, y crujía su tronco y su corazón sollozaba por la escena que presenciaba, ¿quién estaba dentro de la urna?, tal vez el padre, la madre, el abuelo, algún familiar muy amado, porque los muchachos se veían muy acongojados.
Los hombres bajaron el ataúd a la tierra, y comenzaron a sellarla con tierra, los chicos se veían afligidos, tan solos y desvalidos, el ciprés en su interior les enviaba su amor y quería darle su protección, pero estaban lejos, y no oían, nada........
Pronto termió todo, la tierra cubrió la urna, ya nada había, adentro un cuerpo inerte que comenzaba su descomposición.
El ciprés vio a la distancia una luz que emanaba de la tumba, ¿era el alma? meció sus ramas para decirle adiós, luego vió a los jovenes que abrazados bajo la lluvia se alejaban del lugar, cuando pasaron por su lado sus ramas los cubrieron para protejerlos de la lluvia, en cada rama había una lágrima y en su tronco que quería abrazarlos les regalaba el amor, para que tuvieran paz en el corazón.
Ya la tarde terminaba, nadie quedaba en el cementerio, la lluvia caía con fuerza y el ciprés erguido sollozaba pensando ¡que solos se quedan los muertos!......... |