Amaneció y afuera en la calle los pasos apresurados se pierden en medio del ruido mañanero.
El afán del nuevo día había llegado, perfumado y con el rostro en blanco; se instalo en el lugar de siempre, frente a la cama.
No quería hacer nada, solo se tapo la cara, cerro los ojos encarcelando los recuerdos que atormentaban; todo olía a miedo, le asustaba la idea de salir de allí; se amarro a las cobijas para que la piel no suspirara por aquellas caricias.
El tiempo un tanto melancólico transcurría en cámara lenta, las manos temblaban, la panza guardaba orgullosa los cadáveres de cientos de mariposas suicidas, en los oídos quedaba un eco mudo con voz amorosa, con palabras podridas, mentirosas.
La mirada prisionera entre imágenes borrosas no lloraba, tan solo se estremecía, se escondía entre pestañas dormidas.
Se acostó de medio lado, el día avanzaba y no quería hacer nada, todo el cuerpo estaba de huelga, la voluntad estaba arrastrada y el vanidoso orgullo pisoteado.
La cama seria su trinchera, allí superaría el duelo; enterraría bajo el colchón ese ayer que le succionó la identidad y le dejo una lista interminable de deudas con su subconsciente, con su presente.
Estiro los músculos, miro el techo intentando hallar consuelo, se abrazo para no perder el aliento, para sentirse acompañado, no dolía o al menos eso le repetía el borracho que brindaba en la cabeza. Las paredes se movían y la nausea persistía.
Todos los días tragados con gran agrado ahora querían salir de la memoria y quedar estampados en el suelo, aliviando tal vez ese malestar general que lo invadía todo.
Quiso dormir, pero el sueño estaba de paseo, giro hacia el rincón y una avalancha de recuerdos le cayo encima, le aplasto; un sollozo se escapo desde sus entrañas, la valentía se sintió perdida.
El tic-tac le desesperaba y solo decía le recordaba el mareo que sentía; se sentó en un extremo de la cama, la rutina le esperaba, había que matar el día.
Sacudió los negros pensamientos que jugaban en su pelo, pues aun con todos los malos sucesos, el cadáver de todo aquello que por siempre quiso estará acostado en medio del cerebro, escarbando en la memoria, deambulado cada noche entre los sueños.
|