Roberto estaba estacionado en la puerta de donde ella trabajaba, había manejado doscientos sesenta y cinco kilómetros con el único fin de conocerla. Sólo se habían visto por fotos y comunicado a través del chat, dónde coincidieron en muchas cosas. Valeria seguía dentro de su oficina, liquidando facturas y advirtió que el auto que él había descrito estaba estacionado cerca del portón de salida. Una sensación de escalofrío le recorrió el cuerpo. – Al final, vino – se repetía por dentro. Mientras ambos ensayaban mentalmente como empezar la conversación, es que se habían dicho tantas cosas íntimas a través de Internet. Pero esta vez era distinto, jamás se habían mirado a los ojos.
A las doce del mediodía del sábado Valeria finalizaba su horario de trabajo y caminó hacia la portón de salida. Subió al auto se miraron algo avergonzados, algo nerviosos y se saludaron con un beso.
Roberto puso en marcha el auto, y siguió el camino que Valeria indicaba hasta llegar a su departamento. Al llegar, ella lo invitó a pasar con la condición de que se “portara bien” y le sonrió. Él aceptó la condición y subieron.
Almorzaron juntos una pizza que compraron en el camino, y luego de un rato emprendieron viaje hacia la costa. Se escapaban el fin de semana a Villa Gesell.
El viaje había sido tranquilo, llegaron cerca de las diez de la noche. Se cambiaron de vestimenta en el hotel, y salieron a cenar a una parrilla, ya habían recuperado la confianza en los temas que trataban chateando, ahora hablaban mas libremente. Y las charlas íntimas volvieron. El vino quizás colaboraba a que eso ocurriera.
Luego de cenar, decidieron ir a caminar un poco, la luna estaba empezando su cuarto menguante y se veía realmente inmensa sobre el mar. Caminaban por la arena, Roberto la tomó de la mano, mientras la brisa jugaba con el vestido de ella, de pronto dejaron de caminar para pararse frente al mar y observar el paisaje, él confesó que se sentía realmente cómodo, ella le dijo que también se sentía a gusto junto a él, se miraron a los ojos, Roberto la tomó de la cintura, ella lo abrazó colgándose de sus hombros y acercándose, comenzaron a besarse.
Los besos, cada vez mas apasionados. Las palpitación de sus corazones, cada vez mas intensas.
Por iniciativa de Roberto, volvieron a caminar, haciéndose el distraído la llevó hacia una duna, donde se sentaron, y luego de volver a besarse le propuso cumplir el sueño de hacer el amor en la playa. Ella se negó, pero era notorio que en minutos iba a cambiar de opinión, se volvieron a besar, Valeria se sentó encima de Roberto, y minutos después estaban cumpliendo el sueño que tenían, en la playa, bajo la luna y escuchando el sonido del mar.
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