Nada que hacer las personas preferimos una mentira bien pintada a una realidad dolorosa y triste, tenemos esa tremenda capacidad para olvidar, olvidamos muy fácilmente las cosas que nos rodean, olvidamos a los muertos, y los excusamos cuando llegan a la memoria, pero los olvidamos.
Olvidamos la sangre, el dolor, olvidamos la realidad, preferimos dejarla ahí, intacta y mirar hacia otro lado y olvidar, olvidar rápido, claro somos tan eficientes en el arte de olvidar que hemos inventado métodos gigantescos y muy detallados que nos permitan de manera rápida y efectiva apartar de nuestra memoria todas las desgracias humanas, el enfermo de SIDA, el borracho abaleado en una esquina, la guerra, el niño golpeado, las lagrimas de las madres, de las viudas, de los huérfanos, la sangre derramada del amigo, la anciana que pide limosna , humillándose, pudriéndose debajo de un puente, el policía que golpea al indigente por robarse un pan , un pan para su pequeño hijo que lloraba de hambre, olvidamos el odio, los gritos las ofensas, al pobre, al que lo necesita, y reímos, invertimos nuestro escaso y estúpido capital , ganado duramente decimos, con el sudor de la semana, del bus apestado de gente y la oficina con olor a música vieja.
Olvidamos invirtiendo, derrochando en las tristes distracciones del mundo moderno, reímos mientras comemos helado y vamos a cine, tomamos coca-cola y vemos televisión, reímos mientras bebemos y danzamos hasta embriagarnos de la noche, siempre aparentamos lo que no somos para quedar bien ante personas que en el fondo no nos importan, trabajamos, nos llenamos de objetos efímeros y superfluos que parecen poseernos y que van haciendo de nuestras vidas motivo de orgullo para nosotros mismos !lo logre! decimos. !soy un hombre de bien! pero mientras tanto una anciana se pudre las rodillas de sangre pidiendo limosna debajo de un puente.
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