-“Que ingrato y cabrón es el olvido ¿verdad? Cuando lo necesitas a tu lado, dándote esa narcótica paz que es olvidarse de todo lo que te hace daño, nunca está y aunque no te lo quieres creer, sabes que el olvido no solo te esquiva, sino que seguro está ayudando a esa persona a la que quieres olvidar, pero no quieres que te olvide a olvidarse de ti...”
Con estas palabras una lagrimeante parodia de filósofo de taberna afrentaba su segundo vaso de coñac a palo seco mientras yo lo miraba con aire apesadumbrado.
-Vamos pues a seguir con los tópicos; tú eres el típico borracho de bar mugriento que va contando sus miserias a todo aquel que soporte escucharlas y yo soy un viejo que te va a contar una de esas clásicas batallitas que contamos los viejos para que los jóvenes aprendan y de paso, sentir que al tener el privilegio de recordar lo que hemos vivido nos hacemos la ilusión de que en consecuencia, no estamos muertos del todo.
Hace mucho tiempo yo también era joven y también viví y amé y una vez conocí a una mujer que me puso las cosas muy difíciles.
Debido a mi mala cabeza y su peor genio tuvimos una tortuosa relación repleta de gritos y desencantos. Nos queríamos muchísimo pero era imposible estar juntos ya que saltaban chispas casi a cada momento.
Dejábamos nuestra relación odiándonos, tratábamos de empezar nuevas historias con otras personas y siempre volvíamos a recaer en nosotros mismos…
-“¡Pero lo mío ya no tiene solución! –terció el borracho-¡La muy puta me ha abandonado!”
-Deberías prestar más atención. Ya te he dicho que también nosotros nos abandonábamos muchas veces. Lo importante, aunque entonces, después de saber que ella había estado con otro tipo no siempre pensaba así, es que siempre volvíamos a estar juntos… y a cometer los mismos errores.
Un día, aun después de tantos años no sé como, lo que parecía una ruptura más, se consolidó en la definitiva.
Yo me sentí enloquecer. Maldecía mi comportamiento para con ella y un segundo después la odiaba con todas mis tripas, pero sobre todo no podía borrarla de mi mente.
Días y noches traté de volver a conseguir estar con ella, pero su decisión fue irrevocable. No quería volver a ser mi compañera Pese a que continuamos teniendo algún contacto más o menos cordial, ya nada volvió a ser como antes…
Pasaban los años como semanas, a veces estuvimos mucho tiempo sin saber el uno del otro, aunque de alguna forma por cumpleaños o navidad, siempre nos regalábamos alguna llamada telefónica o una postal y quizá alguna vez aislada tomásemos café casi a escondidas.
Tras muchos años de no ver a aquella mujer, mi vida tomó otro camino muy distinto, traté de aprovechar las enseñanzas que obtuve de aquella relación, me casé, tuve hijos… en fin todo muy normal.
Hace un año y medio que enviudé. No estoy muy bien de salud, como todo viejo que se precie, y he decidí mudarme hace unos meses a una tranquila residencia ,de donde entro y salgo a mi antojo y en una salida al pirineo aragonés organizada por la residencia, me encontré la que tanto tiempo atrás había sido la mujer de mi vida. Nos miramos, sonreíamos y no podíamos creerlo.
No tuvimos un momento de rencores ni falsas vergüenzas, me separé del grupo con el que había ido y me fui con ella a solas a pasear por el bosque, reconociendo y disfrutando de cada roble, pardo y macizo, con cada abedul, blancos y estilizados, con cada flor y cada arbusto como hacíamos juntos hace tantos años…
Recordamos viejos proyectos de viajes, nos reíamos de todo lo que tuviera a bien cruzarse en nuestro camino y permanecimos juntos en una incomparable puesta de sol.
Como no me resistí a dejarla, deserté de mis compañeros de viaje, del autocar del IMSERSO, de la residencia, de todos…
Quizás escuchaste la noticia el mes pasado, cuando la policía y los equipos de rescate buscaban al anciano perdido en el bosque…
Lo cierto es que este anciano estaba durmiendo después de una noche de sentir mucho amor, almacenado por tanto tiempo en ese baúl al que algunos llaman alma con la que, ahora sí, iba a ser la compañera del resto de su vida.
Bueno no te doy más la paliza, no llores por tu mujer y piensa que no todo está perdido para siempre jamás, yo te dejo, mi chica me espera para la comida
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