¡Muchas gracias tequendama por tu permiso!
Nací en Italia, en la montaña, creí que mi destino había sido fijado de antemano, y no sería posible que me vaya a otra parte.
En los últimos días he estado vibrando. Sacudones extraños han dejado expuesta mi materia al sol, parece tan distante, pero ha logrado templar mi cuerpo frío.
Soy un trozo de mármol, y ahora, a la luz, me comparo y me jacto de ser el más bello en la cantera. No se cuando nací, tal vez mi único destino sea vivir eternamente.
Siempre se dijo que las rocas no sienten. Pero no es así, algo sentimos.
Hoy por primera vez una caricia humana recorrió mi cuerpo informe y cuando lo hizo pude escuchar su voz que decía:
- Quiero este trozo, es del tamaño justo. Eviten que se quiebre.
Varias horas trabajaron conmigo. Con una grúa me subieron a un camión. Me sujetaron con cuerdas, tal vez pensando que me iría. Nada de eso, jamás. ¿A dónde iría?
Nadie me acompañó en el viaje. Conocí otras montañas, valles, ríos. Pasé por un desierto extenso y frío. Hasta que al fin llegué. Llovía.
Nuevamente una grúa. Fueron varios los hombres que levantaron mi cuerpo inerte, y me pusieron de pie en un galpón oscuro.
Comencé a ver la luz, estaba amaneciendo. Ventanas por doquier permitían el paso del sol, me miré, tal vez la lluvia me había lavado, me sentía hermoso, puro, casi blanco.
Hubo ruidos, una puerta se abrió y entró un anciano. Portaba un mazo de madera y un cincel. Se acercó, me miró fijamente y mientras me acariciaba buscando mis vetas más filosas inició su trabajo. Golpe a golpe, fue dándole hermosas formas a mi cuerpo.
Pasaron los días y las noches, semanas, meses, casi un año. Un día el anciano se enfermó, aún así con su mazo y cincel seguía dándome formas. Los golpes no eran golpes, ya parecían caricias.
Una noche de luna llena, se sentó frente a mí, me observó con gran detenimiento y dijo:
- Te daré vida. Yo se que tú, ya tienes sentimientos…
Tomó un trozo de mi primitivo cuerpo y suavemente lo frotó en las que ahora son mis manos.
- Ahora si, ya estás listo, serás feliz con cada luna llena, seguro haz de encontrar amor eterno.
El anciano no vino más a verme.
Poco tiempo después me llevaron a vivir a tierras muy lejanas me dieron un lugar en un hermoso parque rodeado de helechos y retamas.
La otra parte de mi vida, aunque no lo sabía ya estaba escrita de antemano.
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