a Claudia y José
Es
un
asco este café, el agua está hervida. Ella acaba de llegar y sin interrumpir mi vaguedad se sienta a mi lado, en la esquina de la mesa descarga su portafolios, saca sus carpetas y libros y se entrega al estudio. Jamás se lo dije pero ya es una mujer que está esperando los desafíos de la vida.
Siempre
está
alerta.
Despabilada, sabe que el amor le llegará el día menos pensado; entonces nosotros, seremos testigos indiscretos.
La casa huele a desodorante de lavanda, creo. Hasta camino cuidadoso por los mosaicos recién lampaceados. Siento injusticia al dejar mis rastros en la pulcritud del piso. Desde el modular se precipitan los adornos que tanto cuida y limpia con dedicación junto a las de revistas de moda y moldes que nunca deja de leer;
a mí sólo me llama la vieja
Rémington para enaceitarla pero hoy no tengo
ganas.
Desde la habitación contigua, suena el pedalear de la máquina de coser. Hace rato que cose. Ya se acerca el casamiento de la hija de Lucio que hace poco se recibió de maestra. Si la conozco de cuando salpicaba su baba con sus primeras palabras; mirá vos cómo pasa el tiempo; si la habré hecho jugar entre mis brazos, si tengo presente sus balbuceos con esos ojos uvita.
Escucháme Ñaño, no reniegues, si hasta un simple resfrío nos manda a la cama. Si ayer te dije que no iba a ir al casamiento por puro capricho, pero la abuela Carlota me retó hasta el hartazgo.
(¿Para qué ir al casamiento si no me gustan las fiestas?
me digo.)
La casa está descuidada y tengo cosas que hacer, nunca termino de ordenar el galpón de las herramientas;
que si no es una cosa es otra,
al final me falta tiempo.
Vos perdoname por estos retaceos, si querés te preparo una taza de té ó de boldo aromático y no te ofrezco otra cosa porque ya es tarde y me tengo que levantar temprano, sabés.
No sabés la alegría me dio verlo a Fabio, dijo que se iba a jugar a la pelota. Yo nunca lo he visto pero me han comentado los vecinos que es un buen jugador,
incisivo,
con estampa,
seguro de sí mismo, un full back como pocos, ni hablar cuando se mete adelante a buscar el cabezazo; seguro que hace un gol y lo grita histérico,
burlón,
emocionado, pero qué querés Ñaño, al fútbol hay que dedicarle lo mejor de la juventud, que entrenar duro, sudar la camiseta y si no jugás en un club de primera antes de los 20 años, sos un mediocre; nadie te tiene en cuenta. Cuando hablés con el chango aconsejale que lo primero es el estudio, que se reciba en la universidad, que juegue por placer si el tiempo se va y le puede ocurrir lo que a mí me pasó: ser un destemplado oficinista que espera con los días
la jubilación.
En qué país me tocó vivir,
en qué me
equivoqué
juntando montones de papeles en el armario y mi espalda.
¿Y esta lluvia de luces de colores tan bonitas?
Qué lindo luce el aparador con los regalos, no me digan que los parientes y amigos no se portaron a las maravillas.
A quién le importa si hago este brindis, desde el alambrado y festejo el vals que te debo
hija mía.
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