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Este escrito más que una historia fantasiosa, es de verdad una historia para contarse, ya que esto me sucedió en mi primera salida a acampar con mi hermano mayor, creo por aquel tiempo a mis largos 14 años de vida o más. Había ya insistido demasiado en salir solo a acampar a algún lugar remoto, fuera del mundo cotidiano, claro pensé en el amazonas o el Orinoco, pero bueno en base al bajo presupuesto establecido por mis padres, me tuve que conformar con la playa de Tuxpan, lugar hermoso en el Golfo de México enclavado al Norte de nuestra tan amada y tranquila Poza Rica. En ese primer viaje oficial de campamento y digo oficial, refiriéndome a un campamento solo con mis amigos, ya que desde que tengo huso de memoria, siempre había salido con mis padres a la playa a dormir bajo las estrellas entre fogatas y chaquistes de a montón, pero bueno, esta vez, lo iba a hacer sin padres, solo mi hermano mayor y un buen par de amigos inseparables, mi viejo imponderable Juan, mi muy astuto Hugo y creo si no bien me falla la memoria mi estimado Jesús. Finalmente llego el día tan esperado para la salida del mundo moderno y estábamos mas que listos para salir a acampar, solo que había un pequeño imprevisto, nadie tenia casa de acampar y en esa emoción por salir al campo abierto, creo nadie lo recordó, es más, con decirles que entre los cinco que íbamos solo llevamos una sola vieja y triste sabana blanca, que al decir verdad de lo vieja que era, ya de blanco tenia muy poco. Para el segundo percance, podría realizar aquí mismo una lista interminable, sin embargo, englobémosla en una sola cosa…..Mi hermano mayor, el cual decía que lo mejor era no llevar comida pues los verdaderos acampadores, chequen eso, los verdaderos acampadores, buscarían su comida de lo que la sagrada madre naturaleza (hasta aquel entonces desconocida) nos quisiera dar, por lo que no llevamos nada de comer y solo cargamos con una sartén en donde a idea de mi hermanito, asaríamos todos los peces que nuestra astucia y nuestros anzuelos oxidados podrían atrapar, los cuales como ha de adivinarse al caer la tarde y a orillas del mar, no hubo uno solo que por lo menos la carnada (galletas riz) se atreviera a masticar, creo de echo hubiese sido más productivo comernos las galletas, pero eso no es todo, la aventura apenas comenzaba con la llegada inminente de la noche, la cual se anunciaba con un cielo demasiado nublado y un aire mas fuerte de lo normal o lo que es lo mismo, un aviso de lluvia tan claro como el día, pero nadie contaba con la astucia de mi hermano, que en cuestión de segundos improviso nuestro refugio con nuestra única sabana disponible y para no dormir directamente sobre la arena, abundantes espigas de pino deposito sobre el suelo para poder dormir cómodamente, el único inconveniente es que solo cabían dos y la lluvia como la noche no se hizo esperar, pero con ella también llego el hambre y de la mano el frió que tampoco se hizo esperar, en ese momento creo todos deseamos estar en casita con nuestro café y un buen programa de televisión, pues quien diría que acampar al aire libre, iba a ser de verdad tan natural, pero sin embargo, la realidad era otra, estábamos ahí en medio de la nada frente al mar con los truenos en el cielo y los fríos en los huesos, por lo que mi hermano de nuevo salio al rescate, intentamos prender una fogata al pie de nuestro refugio para que no le diera el aire y así no morirnos de frió, si de hambre, pero no de frío, en primera instancia costo mucho buscar la leña, ah! porque a de saberse que nadie ahí traía una lámpara y buscar la leña con una lluvia y un aire del demonio y sin luz, creo se imaginaran que es algo difícil, sin contar que nadie conocía el área de acampado, pero como Dios es grande, por fin pudimos encender la fogata, lamentablemente esta empezó a arrojar abundante humo por la leña mojada por lo que tuvimos que elegir entre tres cosas, La primera: No mojarnos, pero ahogarnos en el humo dentro del refugio, claro mientras veías al resto de tus amigos mojarse, La segunda No sufrir del humo, pero mojarse fuera del refugio mientras que veías al resto, luchar por su vida en la cámara de los humos mortales dentro del refugio o la tercera y las mas inteligente de todas (La de mi hermano) hacerte el indiferente e insistir que todo esta bajo control. Para ese momento no sé si nuestros rostros reflejaban la agonía de la hambruna merodeando los rincones de cada espacio ahí existente, pero de nuevo mi hermano salio al rescate a esas expresiones por demás evidentes, por lo que propuso ir al pueblo más cercano (digamos unos cuantos kilómetros) para buscar comida, propuesta que fue aceptada por unanimidad al instante, por lo que Hugo, Juan y Yo, nos quedamos en el campamento, mmm, dejémoslo mejor en “refugio improvisado”, hasta que ellos regresaran con los víveres. Ellos se fueron por caminos que hasta esa misma noche fueron inventados y sin más luz que las de los truenos coronando la penumbra de la noche, ah! y claro, el miedo de perderse en cualquier instante bien untado en los huesos.
Aun no recuerdo a estas alturas de los años cuanto tiempo debió transcurrir para que mi hermano regresara con Jesús y sobre todo, con la comida, pero por fin lo vimos acercarse como una sombra más de la noche casi; casi flotando entre las arenas de la playa y ahogándose entre las aguas de la lluvia, pero ahí estaba, emergiendo de la noche como un fantasma, creo ese instante me sentí como rescatado de una odisea que hasta ese momento la piel me había curtido a piquetazos de moscos y a unos ojos insoportablemente llorosos por la cantidad abundante de humo que al refugio se metía, el cual insistía de manera abrupta hacerme lagrimar sin tregua alguna, pero eso ahora nada importaba, los víveres habían llegado, pero bueno la aventura estaba aun a la mitad, pues los víveres resultaron ser algunos panes y una maicena, para la cual debo decir no traíamos un solo traste para cocinarla, por ,lo que debimos prepararla en el sartén y hacerla de poco en poco, esa misma noche agradecí a Dios haber olvidado mi lámpara, pues de haberla traído hubiese podido ver la consistencia en la que quedo esa atole que tan rico me supo y que mas bien parecía engrudo dispuesto para crear la primera piñata que se le pusiera enfrene. Debo reconocer que al paso ya de mas de 15 años esa atole, de fresa por cierto, no la he olvidado, como tampoco he olvidado el chorro que me dio a mi y a Juan aquella misma noche apenas terminado el ultimo sorbo del sartén, ya que ni siquiera un triste vaso o una taza partida por la mitad llevamos, por lo que ya con la lluvia casi desaparecida, nos fuimos como se suele decir en el argot de la acampada a “Buscar Monte” No nos alejamos mucho sobre la misma playa para poder después regresar sin perdernos, hasta que vimos una “entradita” entre los pinos y ahí nos separamos para poder realizar nuestras sagradas necesidades sin interrupción alguna, yo por mi parte avance unos buenos metros dentro de los pinos hasta que llegue a un espacio abierto y pues lo que ahí sucedió digamos que me lo guardo, por cuestiones de intimidad he higiene, pero digamos que ahí tenia que hacer algo que nadie podía hacer por mi, Regresamos sin contratiempos al refugio con los demás ya ,mas dueños de la situación. Una vez ahí, no sé si fue el cansancio o las de cosas que hasta ese momento habíamos vivido, pero lento todos nos fuimos quedando dormidos hasta que por la mañana un hermoso sol nos ilumino la cara, yo me levante primero que todos y quise aprovechar esa soledad aparente he ir de nuevo a “buscar monte” para desalojar los restos del atole de la noche anterior, por lo que quise ir de nuevo al mismo lugar al que había ido anteriormente para no perder la costumbre y marcar de nuevo mi territorio, así que fui de nuevo a ese mismo lugar, no sé si aun estaba medio dormido o dormido totalmente, pero al verme parado ahí en el mismo lugar de la noche anterior, lo que mis ojos vieron me despertó por completo y hasta las ganas del baño se me quitaron, pues me encontraba justo al centro de un cementerio entre cruces de maderas viejas y flores marchitas por el tiempo, mismas que nunca vi la noche anterior al realizar mis necesidades, pero lo hecho, hecho estaba, regrese pronto con mi hermano a contarle lo sucedido por lo que fuimos a explorar por fin, nuestra área de acampado y descubrimos que todo el bosque de pinos que al frente de nosotros se encontraba, era en realidad un cementerio bastante viejo, en que las tumbas se confundían col los palos por ahí tirados, ahora solo me pregunto cuantas cruces destruidas las noche anterior habremos echo fuego sin siquiera darnos cuenta.

Debo confesar que aunque a ojos de ustedes este haya sido un mal campamento, fue para mi el mejor que he tenido en mi vida, estar con mi hermano mayor en un lugar apartado con mis mejores amigos fue algo que jamás olvidare y que hoy al paso de los años, sigo recordando como una de las mejores aventuras de una sola noche, pero eterna como ella sola.

Att. Santitos

Texto agregado el 04-03-2009, y leído por 174 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
06-03-2009 Ese Tajìn por cierto, misterioso, hermoso, como que quiere decir algo que hubo y no velverá a haber, la destrucción se llevó no solo el oro sino lo que lo hacia realmente valioso. meaney
06-03-2009 Una nostálgica historia. Me encanta esa zona de la repñublica donde por razones importantes tengo un feurte arraigo, son de los mejores paisajes del mundo y del peor calor quizá. Que lástima que tienes tu libro cerrado. Las historias de hermanos siempre quedan arraigadas al alma porque son parte de la formaciòn como persona. Regalas tanta nostalgia y aventura como faltas de ortografía "en base al" -> "con base al". "huso de memoria" -> uso. "galletas riz" -> Ritz. "a de saberse" -> ha. Entre otras. Saludazos. meaney
04-03-2009 muy bonito una muestra de que los hermanos siempre estamos juntos en cuanlquier momento y sircunstancia aunque no sea la mas favorable muy bien santitos! principitoadonay
 
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