A Nadie
Para mi último poema en esta página quería componer una escena
con dátiles y palmeras y un bloque enorme de hielo en el horizonte,
para decir que escribir aquí ha sido como un desierto amenazando siempre
su extinción. Pero me di cuenta que ha habido mucho más en estos ¿cuatro? años.
Así que aparté la idea, cerré mi usuario, cambié de nick. El pan nuestro.
Fue mucho más tarde que pensé en el color de la tierra y los aldeanos desde una prisión
cuando Antonio Gamoneda se despertara en sus noches de trabajo,
la prisión del fin, unos golpes con correas a un perro casi muerto. Hay
cosas en este mundo -para bien o para mal ya lo sabrán-, que
no se pueden medir. Es difícil medir hasta qué punto mataría
a todos esos ecologistas que rocían cucarachas con insecticida para no
mancharse los zapatos, hasta qué punto está el mundo preparado para algo
nuevo o viejo o incomprensible, hasta qué punto he dicho alguna
verdad en toda mi vida. Son cosas sin principio que, sólo a veces, entendemos en
medio de una borrachera. Perfume-de-cosa-objeto es un olor que acompaña todo lo que
tiene ese nombre inabarcable: perfume-cosa, para un poema de despedida
con regreso inminente; perfume-casa, para un poema de vuelta y tango, de
vuelta o tango; perfume-hogar-inabarcable, para este poema de no-despedida;
perfume-casa-cosa-hogar, para lo inabarcable, para el dolor-color de ¿cuatro
años? aprendiendo a escribir sin por qué, llenando
espacios
vacíos.
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