Cuenta la historia, que terminada la cena, él se paró de la mesa, dio varias vueltas alrededor de la casa, y volvió allí, al mismo lugar desde donde había partido. Su mujer lo miró extrañada pero hizo caso omiso a la situación que se avecinaba.
Él inmóvil y casi paralizado por la sonrisa de ella, esperó un rato que terminara con sus labores y le pidió que hablaran, ella respondió que no tenía tiempo, que no era el momento, es así como las mujeres tratamos de disfrazar lo que ya no existe, es así como dejamos transcurrir el tiempo sin emoción, sin sensación, sin nada, pero él insistente le pidió hablar, conversar, discernir, ella lo miró abruptamente y le dijo, nada de lo que puedas decir, lo tendré en cuenta, giro sobre sus pies y se fue a dormir…