LA NUEVA VIDA
Rosa Fontana

He vuelto a nacer. Talvez te preguntes amigo lector, ¿qué terrible accidente ha sufrido? o quizá ¿qué cruel enfermedad ha estado a punto de llevárselo? Nada hay más lejos de la realidad. No hay accidente ni enfermedad que por sí mismos me prohíban ver amanecer mañana. Mi salud es todo lo bueno que podría desear, exceptuando el leve temblor que me ha quedado fruto de la tensión. Sin embargo, lo reafirmo, he vuelto a nacer. No encuentro un mejor paralelismo para mi situación que el de un nacimiento. Tiene todos los condimentos necesarios del caso. Hay dolor, llantos, alegría, nervios, ilusión, dudas. Pero para nacer he tenido que morir. ¿Qué dices amigo?¿Qué no entiendes? Tampoco lo entendí yo al principio. Creía que sólo era otra etapa de mi vida que viviría de una manera diferente. Pero me equivoqué. Tuve que matar al que he sido para ser el que soy. Tuve que arrancar de mi cabeza las ideas del otro. Y aprenderlas de nuevo. Del corazón no quité nada. Es como haber transplantado a un nuevo ser un corazón con todo su contenido. Soy otro. Pienso distinto, siento igual.¿Qué estás echo un lío? Mi buen amigo, intentaré explicártelo mejor. Soy otro aunque mi nombre es el mismo. El mismo que figura en el pasaporte azul. El mismo pasaporte que cayó desde mi mano temblorosa, cuando me encaminaba sudoroso al mostrador de migraciones. Ese pasaporte azul que cogió el atildado agente de aduanas mientras me dirigía una fría mirada de desconfianza, repasaba las hojas y me hacía las preguntas de rigor. Aunque había preparado todas las posibles respuestas, me trabé varias veces. Mis palabras parecían no convencerlo. Pero acaso debido a la pena que transmitía mi patética imagen, o porque ya había dejado pasar por allí a miles que le parecieron peores que yo, o simplemente porque no tenía ganas de complicarse la tarde. Lo cierto es que después de mucho pensarlo marcó mi pasaporte azul con un gran sello rojo. Me pareció que de la hoja se elevaba un leve tufo a quemado y un poco de humo, como cuando marcan a fuego a una res. Era el mismo viejo y ajado documento pero pertenecía a alguien nuevo. ¿Te vas aclarando?¿Aún no? Pues imagina la confusión que podría causarle a mi madre, si le confesara con que parte de su anatomía asemejé la puerta por la que me abrí camino hasta un hall enorme, donde me esperaba, no mi padre, sino mi benefactor, mi guía. Hoy cumplo seis años. Soy un sobreviviente, al otro lado del mar. Vivo rodeado de personas que hablan mi mismo idioma, aunque por lo general no me entienden. Pero me he esforzado y yo si los entiendo, o eso creo. He visto muchos otros nacimientos, pero también he visto a muchos morir. He crecido mucho. He avanzado, a veces. Otras tuve que retroceder. Pero sigo aquí y no pienso abandonar el camino.¿Me comprendes ahora, fiel amigo? Seguro que ya has aprendido mi historia, sin embargo, nunca podrás entenderme. A menos que seas tú también, querido lector, un sobreviviente.


A todos aquellos que han vuelto a nacer. Y han sobrevivido. O no