La noche que agoniza,
la lluvia que escribe
del sol la flama pesada.
Esbeltas imágenes
de rayos de antaño
riendo delante del fuego.
Días de esencial inocencia encontrada.
De consignas eternas,
de orbes mientras los días pasan,
como pasa el tren o pasa la lluvia.
Frente al recinto de la muerte,
hemos podido mirar las almas
quebrarse en muchos trozos de cristales,
perdidas sin brújulas, sin conocer
como aquel que falta a la sita.
Mañana será un día
con una madrugada especial
con los muertos platicando
entre flores ansiosas
hasta el son de la luna nueva.
Almas que son bisagras
que crujen con el destino
marcado a espanto.
La poesia humillada, sin ornamentos,
con la moral perdida.
Mentiras de materiales
cual hojas secas.
Poesías de tres por cinco
que abunden y no sea escaso,
que cada cabeza tire sonriendo
acaso para donde pueda.
Poesías que adornen
los tiempos y los comienzos.
Pues sino nada, bruma,
una espuma compacta
que adormece los sentimientos,
acerca de la vida aquí.
Tampoco la miseria
ha podido sumar misericordia,
con el frío que hace;
el ogro imparte ordenes precisas.
Ha cabalgar con lo nuevo,
sin prisa, con las penas que halla.
Y mi pobre vergüenza,
sargento espúreo que maldice,
el silencio de un discurso
interior que adormece.
Hasta el fondo en el horno
hundido en la sombra,
que ronda lo más profundo.
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