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Lo gracioso es que tenía flojera de ver esta película. Esto desprendía del hecho de que fuese filmada en India por un director occidental, lo que podía derivar en una avalancha de buenas críticas demasiado bien intencionadas por el sólo hecho de retratar la pobreza y la dura supervivencia de un par de niños en un país de condiciones extremas y paupérrimas. Lo único que me hacía dudar de que me enfrentaría a una obra políticamente correcta, o sea, premiada por lo que representa y no por lo que es (la forma, no el fondo: ¿Philadelphia?), era que estaba dirigida por Danny Boyle. Y Danny Boyle es tremendo.

Danny Boyle hizo Trainspotting (1996). Danny Boyle hizo 28 days later (2002). Y ahora Danny Boyle hizo Slumdog Millonaire, la vida de un niño a la deriva en una India hundida y corrompida por la pobreza. Y Danny Boyle encestó otra vez. Por ahí leí, aunque no estoy seguro, que la película tuvo que naufragar mucho para conseguir distribuidora, por su calidad de extranjera, no contar con estrellas, y jugársela con una trama aparentemente salida de tuercas. La película comienza así: un tipo está jugando “¿Quién quiere ser millonario?” versión india. En el cuadro siguiente está el mismo adolescente, colgando, siendo golpeado por un gorila. Segundos después aparecen un par de niños huyendo por las calles de Mumbai (antiguamente Bombay) perseguidos por unos matones.

El frenesí de las imágenes es fusionado por la música, que acelera, pega, fluye entre las distintas calles, sucias, llenas de colores, ruidos y perfidias (es como Apocalypto, pero con contenido también; sin ofender, Mel, tú no más sigue, campeón). Así será casi toda la película. Una bola de nieve que busca responder esa pregunta inicial, indagar por qué Jamal Malik (Dev Patel) ha tenido la suerte de ganar ese concurso: ¿suerte, destino, sabiduría, o simplemente, está escrito? ¿Puede la vida de Jamal considerarse afortunada? Entre la velocidad y perfección del proceder de las escenas nos damos cuenta que no. Jamal es un perro de la calle, una rata más de callejón, un huérfano, un mendigo, un “slumdog”.

Jamal es cualquier niño indio, uno de esos mil millones de habitantes, pero su desgracia está lejos de contarse por la sensiblería. Su vida, miserable, frágil, caótica, es narrada por un Danny Boyle inspirado y talentoso. Sí, el mismo hombre que hace más de diez años arrojase esa obra maestra llamada Trainspotting, lanzando a la fama a un enjutísimo Ewan McGregor y habilitando desde una comedia lúcida y versátil la comprensión de un mundo derruido (de drogas y marginalidad) para definir su opuesto, igual o peor (el del burgués); el mismo que condujo a Cillian Murphy a encarnar los demonios entre el cableado eléctrico, mientras llueve intensamente en esa Inglaterra devastada por la rabia, la incomprensión y la estupidez humana en 28 days later. A mí Boyle me gusta hasta en The Beach (2000), película vilipendiada y a mi juicio poco redondeada, pero con un tremendo potencial que me dejó pensando en ella durante días.

Slumdog Millonaire es simple y contundente. Pasa rápido y no cansa. Es levemente efectista, es cierto, a veces abusa de la violencia (abusen no más, por mí no hay problema, financien a Rodríguez pero no a Eli Roth eso sí), pero eso se le puede perdonar. Luego de triunfar en los Globo de Oro 2009 (se llevó mejor película y mejor director, entre otros), y tener 10 nominaciones para los Oscar (es una seria candidata para película, tiembla Benjamin Button), el respaldo de la crítica es inmejorable. Y da cosa, es verdad, porque a veces pensamos que Little Miss Sunshine, Juno o Sideways envejecen mal con esas nominaciones, y aunque en todos esos casos me pareció justificado, no puedo dejar de olvidar que en retrospectiva Chicago (Rob Marshall, 2002), una gema de la fluidez narrativa, debe ser, a mi gusto, uno de los peores errores en los Academy Awards. En mi caso, por lo menos, resulta una vergüenza haberla apoyado en su momento. Chicago sólo era una buena comedia musical. Chicago jamás fue la mejor película de su camada. Y Marshall demostraría lo nada que es tres años después con esa película anodina que es Memoirs of a Geisha.

¿Sucederá lo mismo con Slumdog Millonaire en el futuro? ¿Estamos afectados por la avalancha de esta película inocente y sencilla? ¿Enceguecidos por su magnética, trágica y culturalmente irreprochable entretención? Y es que es difícil no maravillarse y dejarse agasajar por una película divertida, de trama constante y hábilmente accidentada, y que además, como se dejó intuir atrás, no te hace sentir culpable porque la temática cubierta es de contingencia mundial para nuestros sensatos y morales corazones (Free India!). Yo creo que estaré siempre con Slumdog, aún así envejezca mal, y con el tiempo se vea como un buen engranaje en desmedro de alguna de las de su generación (¿Quizás The Reader? ¿Será Milk?). Y en el fondo también me arrepiento de haber hecho una mueca cuando vi que ganaba todo en los Globos de Oro, porque aún no la había visto y creía que todo se trataba de activismo superfluo.

A fines de febrero salen los resultados del Oscar. Las otras contendoras son el drama del hombre al revés de un extrañamente masivo David Fincher, quizás arrepentido de obsesionarse tanto con el Zodiac (The Curious Case of Benjamin Button; un impecable e íntegro Brad Pitt), el biopic del activista gay Harvey Milk (Milk, del camaleónico Gus Van Sant; desde ya se huele la demoledora actuación de Sean Penn), la adaptación de la novela del señor Schlink sobre un lector poético en la Alemania post-nazi (The Reader, por Stephen Daldry, autor de la hermosamente perturbadora The Hours; Kate Winslet con serias posibilidades en Mejor Actriz) y la política relación entre el periodista David Frost y el presidente Richard Nixon en lo que parece ser la Good Night, and Good Luck del año (Frost/Nixon, de Ron Howard; dicen que Frank Langella está aplastante como Nixon). Todas estas películas repiten nominación para Mejor Director.

Ahora resta esperar y visualizar el resto de la competencia. Próximamente veré Frost/Nixon, y estaría distante aún de The Reader y Milk, aunque con el éxito de crítica de seguro sale algún ripeo pronto. Por ahora puedo hablar de Slumdog Millonaire y respaldar la repercusión que ha causado. Afortunadamente había hecho caso omiso del ruido, y yo aconsejaría replicar la fórmula; así se disfruta mejor (me pasó con In Bruges; nuestras expectativas con Alejandro nos mataron un poco el deleite de ver actuar por primera vez en su vida a Colin Farrell).

Quizás decir que con esta nueva presentación, Danny Boyle se asienta y despeja las dudas de muchas personas; consiguiendo tener un éxito sano y merecido luego de haber lanzado una obra maestra que definió los noventa. Por ahora nos estaría faltando que Tarantino no flaquee en Inglorious Basterds, que Edward Zwick siga siendo él en Defiance y que Francis Ford Coppola se matricule con algo digno de esos setenta de gloria que tuvo; entonces ya estaríamos creyendo que el futuro del mundo puede ser mejor, y no sólo el bebestible memorión de un pasado de viejos pugilistas. ¿O no, Mickey Rourke?

25.1.09

Texto agregado el 03-03-2009, y leído por 157 visitantes. (0 votos)


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