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Inicio / Cuenteros Locales / alessdante / La desaparición de Don Montes

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No recuerdo bien mi edad. Sólo era un niño alocado y que rondaba en el colegio buscando pelea, ofuscando a los profesores y en esa pieza de castigo haciendo tareas para pagar mi desorden.

No atesoro a ningún adulto o profesor de ese colegio que me haya marcado, sólo a un anciano, un cura. Sus pasos eran cortos y dubitativos y su carácter más bien cascarrabias, pero algo me atraía de él. Tenía un carisma que lo hacía único por esos pasillos del colegio. El primer contacto que tuve con él fue cuando casi chocamos mi pequeño cuerpo, pero radiante, con el suyo ya disminuido. No recuerdo bien las palabras que me dijo, sí que me reto. Desde ese día no dejé de saludarlo ninguna vez y, así, nos hicimos amigos. Era un tipo tan entretenido, porque tenía muchas historias. Lo que más me encantaba era cuando me hablaba del padre Hurtado, ya qué lo conoció.

Cada vez que me lo topaba me encandilaba con esas historias y yo le pedía más y más, que me contará sobre ese buen hombre. Él era casi un famoso para mí, porque había estado junto a él…si hasta la pieza del señor Hurtado me mostró. Me abrió su corazón y yo le brindé el mío. De pronto, algo raro sucedió y no lo vi ni en uno, ni en dos, ni en tres días, ni en una semana. Desapareció. Me hacían falta sus historias y esa pequeña energía que me provocaba, pero ya no la tenía.

Los pasillos se hacían vacíos sin su presencia hasta que supe la verdad. A todo el curso nos llevaron a la iglesia del colegio y el profesor dijo: ‘Vamos al funeral del padre Montes que murió ayer en la noche’. Ahí solté una lágrima que se escondió lo más posible de mis compañeros y en la iglesia pude ver como todos se acercaban al ataúd. Miraban y algunos lloraban y otros casi se escapaban. Hacían una fila para acercarse. Me adherí a ella y cuando llegué al sarcófago lo vi. Sí, era su rostro, pero sin carisma, sin ese brillo en sus ojos. Salí rápidamente de la iglesia con el corazón acelerado, buscando el lugar más alejado donde refugiarme. Desde ese día supe que el Padre Hurtado había pasado a segundo plano para mí. Hoy casi ni siquiera recuerdo esas historias que me contó, pero sí a él, su amigo.

Texto agregado el 02-03-2009, y leído por 144 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
17-05-2009 Transmites una emocion muy tierna del nino que recuerda al adulto que lo lleno de relatos. Asi me siento al leer tu cuento. Muy talentoso. inkaswork
02-03-2009 Es acogedor tu texto. Bien narrado y trasluce una afinidad (común) entre un niño y un anciano. Te felicito. peco
 
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