Hoy voy a confesar algo que me gusta hacer semana a semana. Y eso, con una devoción que hasta ahora me depara un innumerable goce, es leer a la crítica de literatura Patricia Espinosa, que elabora una columna semanal en Las Últimas Noticias. Ese diario, como es de conocimiento general, está esencialmente orientado al entretenimiento, las noticias sobre eventos insólitos, farándula y mucho fútbol, pero lo leo con frecuencia en el tiempo muerto entre que no me queda nada por hacer y me da sueño. Y es un gran diario, porque según yo, refleja a la perfección ciertos criollismos de nuestra idiosincrasia. Antes lo odiaba, pero ahora me cae bien, como me caen bien los feriantes (muy bien, la verdad).
Lo poquitito de cultura "pesada" (todo es cultura, en el fondo) viene de la mano de un puñado de, a mi gusto, insufribles esnobs de pacotilla. Un crítico de cine horrendo jueves a jueves elabora unas reseñas muy sosas con unos comentarios insostenibles, y día a día se pliegan columnas sobre comentarios más elevados de sujetos a los que ni siquiera les miro el nombre. Si una columna sobre libros se llama "tinta china", "pista resbaladiza" o "la recta provincia" no me interesa. Pero si una columna sobre libros se llama "crítica literaria" es hermoso. Es puro y franco. Es directo. ¿De qué se trata la columna? De crítica literaria. ¿Qué hace la columna? Reseña y critica, con gran juicio, libros. No hay ego, no hay desborde, la Espinosa semana a semana desmenuza en una cantidad de palabras muy prudente (por edición, obviamente) un libro de algún autor chileno que haya sido recientemente publicado.
Al principio me llamó la atención la capacidad sintética, y a las tres semanas me di cuenta que era un bastión insuperable. Era casi como leerse el libro en cuestión. Y leer libros, y especialmente de la contingencia chilena, se hace bien difícil para el estudiantado pobre de provincia, dependiente de la cutrez de las bibliotecas públicas y uno o dos hurtos cada dos años en la librería de Falabella (el último, "Las Abuelas" de Doris Lessing). Considerando además que en provincia la oferta literaria incluso para comprar es pobre (sólo una librería decente, con el plus de una tienda ampliamente selectiva y aristocrática como resulta ser Antártica Libros). Y qué decir de comprar online, el recargo por envío a regiones costea un promedio de tres o cuatro semanas de fotocopias en la universidad (con viático de unos cuatro o cinco cafés, vitales para la subsistencia neuronal). Resultado: inviable. Conclusión: Espinosa es una especie de islita. Espinosa me dan ganas de llorar.
Obviamente jamás será lo mismo leer una obra a leer un resumen enterándose qué puede ser bueno o malo de acuerdo al criterio de Patricia. Y conste, que no se trata de manejar con sapiencia qué es lo que está ocurriendo en nuestra tierra en materia literaria, porque si bien es interesante, como es interesante saber qué películas están saliendo en hollywood o cómo va el US Open, por lo general olvido los nombres de los escritores a fuerza de recordatorios. Sin embargo es lindo que gracias a Espinosa, por primera vez en mi vida, haya logrado conocer a un escritor antes de que se gane el premio nacional de literatura, y no años, o quizás décadas después, porque ella, y esto es un gran censor de su trabajo, potenció la obra de Efraín Barquero hace tiempo atrás, explicitando que "trasciende cualquier premio y galardón que se le pueda entregar": además es visionaria. Bueno, se nota que la amo. Y aunque es algo que se da hace tiempo, hace muchos meses ya, hoy pasó algo que me hizo comentarlo acá mismo.
En realidad dos cosas me hicieron comentarlo. El hecho en sí del que aún no hablo, y la necesidad de reemplazar por eliminación directa como página principal del blog al texto "Katy Perry". No quería tener más a Katy Perry en la tapa de mi blog. Me hacía sentir sucio. Además no me gustó mucho el tenor utilizado por mí en la redacción. Y si bien creo que no es indigno de mi parte haberla destrozado, igual no tiene ningún mérito. Es fácil meterse con el pop masivo, no requiere valentías de ningún tipo, cualquiera puede hacerlo porque es de conocimiento popular (valga la redundancia) que mujeres como la Perry son nada. Decirlo no me engrandece, a lo más me ayuda a redactar más rápido. O sea, escribir la crítica contra Katy Perry no me hizo ni mejor ni peor. Y lo mínimo que busco con llevar a cabo este blog es que me pase algo, sea bueno o malo ese algo (variación, si bien sea contacto con mis cercanos o desmenuzamiento de los factores psicológicos o eventualmente hedonistas que puedan mover los designios de mis actos).
En concreto, elijo personas en las cuales depositar mi confianza sobre lo que no puedo conocer por mi mismo. Son casi mis amigos, o cofraternos, unas especies de confidentes imaginarios a los que les tengo buena porque durante mucho tiempo he seguido sus opiniones y creo que guardan consonancia con mi visión de las cosas. Lamentablemente es muy tarde y tengo un poco de sueño, que mezclado con la excitación que me propició la última reseña de Espinosa, me hacen escribir en este estado tan deplorable en que no logro llegar al meollo del asunto con facilidad, pero ya va. La cosa es que hace unos dos años, o quizás hace un año, no lo sé exactamente, llegué de improviso a cierta ganadora del concurso de cuentos Paula, que como bien es sabido, es el más prestigioso en nuestro país, con un buen premio en metálico, con publicación en librerías importantes y harta difusión. Resultó ser que la ganadora había sido una chica llamada Claudia Apablaza, con un cuento denominado "Mi Nombre en el Google". Como buen aficionado a la literatura, por amateur que sea, me interesé por el cuento mismo, y un día, no mucho tiempo después, encontré el libro de los ganadores del Paula en Antártica. No lo compré, por si eso estaban pensando. Y no lo robé tampoco, Antártica es como un búnker, y todavía no logro diseñar un sistema eficiente de asalto. Lo leí en tienda, caradura. Tomé el libro, me fui a un sillón, y me lo leí. Pero primero leí la contratapa, la chica había estudiado psicología y luego realizado un magíster en literatura, y como yo quería hacer lo mismo (pero parece que me quedaré con la primera parte no más, porque el "estudio" en sí no me parece tan productivo) más me interesé. El cuento versaba sobre un escritor y su vanidad, y en la primera página, en los primeros párrafos, había una cita a Philip Glass, al Einstein on the Beach (no de mis favoritos, pero era Philip Glass en persona, uno de mis músicos bisagra). La expectación no podía ser mayor. Y así mismo fue mi rabia cuando el cuento decía tantas veces "mierda" y caía en tantos tópicos que me llegaba a hastiar. El típico "whisky con hielo", entre otras cosas, me terminaron mareando y aburriendo, o neurotizando más bien. La cosa es que me pareció horrible.
Pero me sentí muy mal a la vez. No sabía si lo que pensaba era por ego, por defensa de autoría, lo que me convertiría automáticamente en un amargado, o era que de verdad la Apablaza había hecho un cuento definitivamente rasca y los jueces lo habían leído con las cuencas de los ojos justos dadas vueltas para adentro. O en otras palabras, si había encontrado malo el cuento todo porque yo podría haber hecho uno y eventualmente ganado, y su deficiencia no era tal sino la más pura envidia en un estado nato y virgen. Con angustia llegué a la casa a leer sobre la Apablaza en internet y todo era alabos. Luego leí otros cuentos de ella y francamente, me divertí. Sí, se podría decir que era ingeniosa, y sí, se podría decir que estaba absolutamente pegada con un tema: la autorreferencialidad. Apablaza escribía sobre escribir, sobre escritores, sobre las rencillas entre escritores, sobre mirarse en un espejo siendo escritor, y las cosas cultas que sabías, pero dicho en un tono muy juvenil, muy desestructurado, muy rápido, veloz, vigoroso, dinámico, y expresando ciento por ciento que ella misma, Apablaza, era una freak, una cool, una marginal, pero cabrona a la vez, pero joven a la vez, pero magíster en literatura y beca a España a la vez. Un par de cuentos me parecieron buenos, me gustaron y los encontré buenos, pero Mi Nombre en el Google me siguió pareciendo nada (y me angustiaba pensar que era el único en el mundo). Luego lanzó un volumen de cuentos llamado Autoformato y siempre tuve ganas de leerlo (el momento no se dio, y Antártica sólo trae lo que está caliente a nivel nacional y/o mundial; y sinceramente, más mundial, o best sellers desde España, más específicamente, sobre la Iglesia Católica, sobre los templarios, etcétera).
Ahora fue el turno de su segundo libro, "Diario de las Especies". Y salió su reseña con Patricia. Apenas vi el título de la obra (no sabía que había sacado nuevo libro), un escalofrío de nerviosismo recorrió mi columna vertebral. Para empezar, era la primera vez que Espinosa hablaba de alguien que conocía y había leído de antes (que no sea famoso a niveles burdos), y alguien con quien había tenido tal contradicción y atormentación por culpa de la crítica. Porque, ya. Apablaza es lo moderno. Apablaza la lleva. No es tonta, pero es vana, es banal, es superflua en su observación, que es una observación frenética y contingente, y creativa. Apablaza es todo eso que potencialmente detesto, pero que a la vez me divierte, pero que me culpabiliza, porque no es malo, sino que es bueno, pero a la vez es ególatra, y quizás no criticable. Apablaza es todo energía y Espinosa la vomitó desde la razón misma de su ser en su última columna. Espinosa me hizo tan feliz porque por primera vez veo a un crítico destruir a alguien con ese nivel de parsimonia tan natural en ella (aunque en este caso fue enfática, con las palabras tan hermosamente justas y aplastantes), y sin una pizca de malversación de fondos. Y me hizo feliz porque me libró de mis sentimientos avergonzantes que me hicieron destruir el texto en que yo destruí a Apablaza hace uno o dos años atrás. No lo publiqué porque no pude esclarecer mi crítica por las características mismas que tenía yo: estudiante de psicología, me gustaba Glass, quería hacer libros algún día, nunca he ganado ningún concurso (aunque he participado en uno no más), o sea, ¿era envidia? ¿Quien era yo para criticar? Es cierto, era mi blog, pero no porque sea mi blog no voy a tener ningún filtro conmigo mismo, no voy a mantener un mínimo de compostura racional... así que lo dejé añejándose en el tiempo. En esencia, Patricia Espinosa encontró todas estas cosas que yo en su momento había visionado. Patricia me liberó, me ha hecho confiar en mí mismo, pero además en ella, pero por sobre todo, y es efectivamente lo más importante, me ha hecho ver que al menos hay una persona en el ámbito literario respetable chileno que, indiferente de todos los loores, valora la intención y destruye la superflua vanagloria personal, la autorreferencialidad tonta, que no se deja impresionar por los artilugios "creativos" y que ve el fondo de la cuestión, que es evidente que para escribir hay que usar las palabras, y que ojalá tengan dirección. Amé la reseña de Patricia, así como había amado las anteriores, en donde ponía en pedestales a los poetas de los granos de arena, o destruía a los pedantes, validando el respeto acérrimo que siento por su opinión.
Y el terror obviamente. Ustedes saben que yo tengo ganas de escribir algo de largo aliento algún día. Y he escrito incluso aquí mis dudas al respecto. No sé si pueda mantener el ritmo de algo, no me tengo fe. El asunto es que si algún día hago un libro que resulta ser publicado, y para ese entonces Espinosa todavía critica, no me va a doler que ella me destruya si tiene que hacerlo. Voy a sentirme extrañamente orgulloso, y trataré de incorporar los elementos que ella desarticule. Amaría eso y agachar cabeza porque si ella me destroza va a tener razones, no va a ser subjetiva, pelambrera, porque Patricia Espinosa, a mi gusto -lo único cierto es lo que en verdad te gusta-, es una gran tipa y se ganó un pedazo de mi cielo en estos meses en que la he seguido. Y bueno, Claudia Apablaza, si estás leyendo esto porque buscaste tu nombre en el google, te usé como ejemplo no más, no es nada personal. Y no te lo tomes a mal con Patricia, si haces un buen libro en el futuro te prometo que ella será la primera en reconocerlo.
30.8.08 |