Greco se ponía medio huevón a veces. Se volvía negativo, exageradamente, pero de distintas formas. Las peores eran cuando se ponía hablador y hacía discursos contra el mundo, muy adolescentes por lo demás, criticando el sistema, el no-sistema, la acción, la inercia, etcétera. Eran las menos en todo caso, y más antes, cuando estaba mejor, antes del accidente, digo. Después era un asunto casi hasta poético. El tipo se quedaba callado y parecía divagar en cualquier planeta menos en este. No discurseaba nada y sólo parecía que se le vaciaban los ojos, así, de repente. A veces en la micro, en medio de una conversación usual entre sus amigos, dejaba de hablar y fijaba la vista en un punto indeterminado ajeno a las tallas, o a lo que estuvieran haciendo. Pobre perdedor. Para esa época ni siquiera tenía novia, o aspirante a serlo. Según me contó Barrabás ni siquiera estaba interesado en alguna mujer (u hombre). Simplemente no estaba.
No es que antes haya sido una panacea de sujeto, un ganador, o una especie de genio. Era más o menos un tipo de la masa, un poco ratón, pero salvaba. De vez en cuando se tiraba algún chiste bueno, y muy de vez en cuando recuerdo que hizo unas imitaciones de los profes bastante decentes. Luego todo se esfumó y por un tiempo se volvió completamente invisible para nosotros. Su desaparición fue lenta, gradual, con ausencias a las clases, con trabajos no entregados, nada que no hiciéramos todos en algún momento. Lo raro era cuando venía. Andaba con el rostro pálido y tenía los ojos amarillos, y si no hubiese tenido un estado tan lastimoso yo creo que alguien se habría atrevido a hablarle. Así no, porque asumíamos que lo que le había pasado era terrible, o que nadie tenía la fuerza suficiente, o la entereza como para querer acoger al pobre tipo. El asunto era que su forma de ser había sido borrada como el polvo en un día ventoso (por decirlo de una forma artística).
Porque si uno lo pensaba en retrospectiva Greco fue un tipo normal. Le gustaba ver tele, eyacular, relajarse. Era negado para el deporte sí, excepto volley, que según él mismo contaba, jugaba a veces. No le creo sí. Yo creo que Greco no jugaba volley, sino que lo miraba, y no creo que siempre, sino que en las Olimpiadas no más. ¿En qué otro momento se puede ver volley o cualquier otro deporte que no sea fútbol y ping-pong sino cada cuatro años? Lo sé porque me lo dijo, o sea, más o menos me lo dijo. Le gustaba hacerse pajas con las atletas. Se excitaba pensando en esas chicas tan abnegadas trabajando duro para romper sus marcas, para ser algo, y por supuesto que ayudaban sus espectaculares físicos y musculatura de piedra (excepto las chinas, porque ahí se sentía pedófilo, quien no). Todo normal, nada de perversiones habituales (excepto una que otra exploración zoofílica con su gato; secreto confesado en una noche de alcohol).
En el fondo era normal. Tenía una bicicleta. Tuvo infancia. En su infancia nadie lo violó. Lo que no tenía era vida, pero eso cualquiera. Se la pasaba en su casa. De la casa a la universidad, y viceversa. Eso me contaba. Algunas veces fui a su casa. Era fea. Se notaba el descuido. Estaba desordenada y sucia, y tenía sólo un sillón, relativamente espacioso que daba al tele. Y una alfombra. O sea, claramente Greco era lo más normal que se puede cuando tu familia murió calcinada en un incendio hace dos años y tú los viste achurrascarse frente a ti. Afortunadamente tenían esta rancha y luego del sepelio y los trámites, no tuvo más que apretar y seguir con lo de siempre. Nunca lo vi llorar. No más tenía cara de idiota, taciturno. Era normal, absolutamente normal, luego de vivir algo tan trastornado como eso.
En fin. Greco murió porque era muy nada. Luego que se murió Greco el mundo siguió tal cual. Y nosotros también. Fuimos al cementerio, obviamente, le llevamos flores, lloramos, lo usual. Y así sucesivamente. Luego envejecí. Tuve hijos. Mis hijos tuvieron hijos. Los hijos de mis hijos tuvieron hijos, y esos hijos tuvieron hijos. Yo, lógicamente, estaba muerto hace bastante tiempo. Pero más de lo natural, en realidad. Había muerto el día en que una hermosa paloma se posó en mi mano y me masticó la vagina. Ningún hombre soporta perder su femineidad.
15.08.08 |