Para Jovely,
Porque en tus ojos se refleja mi felicidad
No sé cómo pueden hacerlo los tipos que trotan de la mañana a la noche. Sin parar, en Campo Deportes Ñielol. Siempre hay alguien bien temprano, y otro bien tarde. Nunca sé si descansan, comen, duermen, o hacen sus vidas de alguna forma normal. Yo creo que no lo son, que son una especie de extraterrestres camuflados en carne humana, con forma humana, pero que sus músculos están hechos de otro material. De seguro están hechos de otra madera, o no podrían aguantar. Algunos dicen que lo hacen sólo una vez cada mucho tiempo, y que si lo hicieran siempre morirían, pero no pasa de ser una teoría de tantas que hay sobre los corredores. Los corredores, en todo caso, a mí me parece que son de otro planeta. Se mueven de un punto a otro sin necesitar más que sus piernas, atravesando ciudades, la mitad de países, etcétera.
Y lo mejor es su espíritu guerrero-nazi. No les importa la lluvia, el sol, el frío, el cemento. Allí están, bajo la interperie, desafiando la racionalidad, sumergiéndose en una historia tan extraña como personal, o al menos eso he querido creer siempre. He visto a los corredores, he sentido su épica cada vez que los observo, desde la mañana a la noche, corriendo sin parar, desplazándose de un punto a otro como si de teletransportación se tratara. Parecen no agotarse nunca, parecen disfrutar de una forma rarísima lo que hacen, y estar orbitando sus propias ideas todo el tiempo (enfermas, para la sociedad). A veces creo que los corredores tienen un secreto que desconozco. Parecen felices en el frío de la noche, enlazados, tropezándose en las piedras, saltando las pozas, avanzando hacia quien sabe qué cosa, con qué fin, con qué principio. Es tan extraño todo eso.
23.7.08
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