Camino a casa

Camino... por fin estoy ya a una cuadra de ése edificio inmundo, viejo, escuro, triste, odiado... Me detengo al escuchar los gritos que de allí florecían, parecían una gran cantidad de monos enjaulados gritándo desaforadamente, aullando y golpeando sus manos contra los vidrios; desataban un barullo molesto. Sigo caminando.. Escucho el gran silencio que invadía la mañana, me atrae.. Sólo escuchaba mis pasos persiguiéndome y el sordo ruido que hacía el viento al rozar mi cuerpo. A lo lejos divisé a un joven parado, concentrado sólo en el humo de su cigarrilo, mientras que sus dos mascotas jugaban por el parque. Sentí como el frio me iva congelando lentamente mis manos y las facciones de mi rostro que luego de un tiempo me imposibilitaba moverlas; es el mismo frío que congela mis lágrimas al derramarse por mi mejilla. Yo iva con mis pensamientos, me asuste un poco al sentir el ruido que hacían las cuatro patas de mi amigo que venía corriendo alocadamente hacia mí para saludarme, me saltaba, daba vueltas a mi alrededor demostrándome su alegría de volver a verme luego de un tiempo. Seguí caminando, con una piedrita molesta en mi zapatilla que llevaba alli desde hacía rato solo que no quería perder tiempo en sacarla, quería llegar a casa cuanto antes. Luego escuché los fuertes ladridos desgarradores de otros amigos (no muy amigos, pero amigos en fín) que parecían estar pidiéndome una caricia con ése sonido, ése mismo sonido que emite mi corazón al ver a la persona que amo (pidiéndole, tambien una caricia, un abrazo, un beso...), quien , por cierto, ni lo nota. Ya llegando a mi casa me detengo a observar el mar, claro y muy calmo, tras él las montañas, las mismas de siempre, y sobre mí un cielo repleto de pequeñas nubes. Éso me transmitía una tranquilidad que se torna indescriptible, me desconectaba de todos mis pensamientos. Bien, ya he llegado a casa, lo primero que se escucha son los suaves sonidos que hace con las uñas de mi perrita mas chiquita al golpear el vidrio, desespera por verme, enloquese, veo como una gran alegría hace brillar a sus ojitos, junto a ella está mi gata, quietecita mirándome. Afuera, mis dos grandes amores (mis otros dos perros) gimen y hacen unos movimientos graciosos para llamar mi atención. Ahora estoy aquí sola, sentada frente a un gran ventanal, a travez de él miro los árboles que ayer estaban repletos de hojas verdes, y hoy solitarios, desnudos y tristes, en su interior agoniza la alegría esperando ser como ayer, igual que yo...