No somos mas hijos de nuestros secretos que de nuestros sueños, aunque estos sean primos hermanos. Somos dueños de lo que decimos, de lo que hablamos, no de lo que amamos. Las palabras nos hacen esclavos de lo que en un momento pensamos y los silencio nos convierten en hijos bastardos de la indecisión.
De esta guisa me siento en la cama, enciendo un cigarro, pienso... joder, anoche que movida, ese no era yo. Definitivamente, mientras me llama el monstruo de la inconsciencia, empiezo a pensar que sobró parte de lo que tomamos, que no supimos decir "paremos", ahora dolor de cabeza, boca seca, ojos medio cerrados.
Tambaleándome intento ponerme de pie, un paso, otro, sorpresa!! mi cuerpo se mueve, el cuarto también. El "yo no despierto del todo" empieza a tomar conciencia de mis actos y a guiar mi cuerpo por la habitación. Tomo esa guitarra que me mira con asombro, le hablo, me dice, le cuento, me narra.
Y al final solo quedan palabras entre ella y yo, entre yo y ella, que nadié jamás sabrá. Duermo y al final, solo queda ella. |