Qué oscuros son los días sin amor. Qué vano es el sentimiento negro: soledad. Mezcla de reflexión y de dolor, de tiempo y encuentro. Así me veo, sumido en ella, la soledad, que nace en mí y muere en la cama. Cuna de emociones que llenan la noche de insomnio. Noches en las que busco con quién dormir, abrazando tan solo la almohada vestida de carne, suave, tierna...mía. Cruzo mis manos, simulando que son distintas, para sentir el calor de estar así, tan enamorado. Entonces las miro a ratos y comienzo a creer que en verdad existe ese ser que llena mi recuerdo. Y cierro los ojos, despacio, no hay prisa; aparece entonces y hablamos por horas. Horas que en mi mundo son segundos, mas en sueños son eternas. Horas felices que deseo se marquen en el espacio y éste se detenga justo ahí, donde puedo sonreír.
Me besas cálidamente; tus labios son dulces. Eres hermosa, aunque no pueda verte del todo bien. Pero puedo sentirlo, me amas profundamente. Y se arraiga la duda. Si este es mi deseo y tu imagen es el reflejo de mis sueños ¿me amo a mí, a mis recuerdos creados? ¿Es esto soberbia, o más bien es la soledad que me hace necesitar amar algo, alguien que ni si quiera existe? No sé qué sea. Mi mente en su pantano enlodado de supresión, de gritos a los que temo, de amores estancados que ahogan la confianza. Un pantano que pocas veces visito, evitando hundirme en sus arenas movedizas. Sé que la duda quedará, que habrán más amores que pudran el paraíso y se vuelvan una zona más de este pantano. Aun así, todavía conservo un trozo de primavera, de tierras llenas de flores. Un lugar en el que nunca llueve; aún puedo amar y caminar dentro de mí, guiado por este sentimiento que impide me pierda. Por eso amo al amor; molesto a veces, necesario otras tantas, pero amor al fin y al cabo. |