Digamos que de cada 15 personas que han leído solo 15 libros, 8 tienen un mejor panorama de la vida; desarrollan una actitud inteligente de supervivencia, basada en verdades y valores racionales; del mismo modo, logran poseer un juicio crítico que sirve de detector de falsedades y verdades; entre otros logros vitales. Lo que sucede con los 7 que no obtuvieron el grado de sabiduría es que no aprovecharon el conocimiento que trasmitía el libro para hacerlo parte de su comportamiento, sino, optaron por acumular el conocimiento a fin de lograr una erudición ambiciosa. Como lo precisaba Julio Ramón Ribeyro, no hay que confundir la cultura con la erudición, un hombre culto aprovecha sus experiencias y sus lecturas para pilotear con más transparencia su vida; mientras que el erudito, memoriza y guarda su conocimiento en la caja fuerte de su memoria, su apetito intelectual consiste en el placer del conocimiento como una vanidad intelectual; mientras que el verdadero culto puede no haber leído mucho, pero respeta y relaciona su conocimiento con su existencia.
Mucho se ha dicho sobre el valor de la lectura, desde la escuela primaria hasta hoy, siempre habrá alguien sugiriéndolo; pero cuantos han obedecido a la necesidad de leer, trágicamente, una vasta minoría, lo cual es evidente, la sociedad no es precisamente un ejemplo cultural, por lo contrario, está llena de tontos e ignorantes que irónicamente poseen algún tipo de poder implícito hacia la masa, bien son políticos desquiciados, faranduleros de televisión que aparentemente no han evolucionado, o algunos personajes que difunden sentimientos comunes autoproclamándose artistas; es hiriente que estos payasos incultos tengas más acceso a la mayoría de las personas que por pura involutad no pudieron desarrollar un juicio crítico que les ayude a diferenciar una verdad y una bobería; por ejemplo, es netamente tonto que una persona invierta su facultad de conocer en lecturas biográficas de vedettes de cuerpos artificiales que para llegar a donde están tuvieron que acostarse con más de un productor de televisión; en lugar de interesarse en personajes extraordinarios que cambiaron el mundo o inventaron todo lo que le simplifica la vida. Está claro que la sociedad peruana, al margen del crecimiento económico y la globalización, está sufriendo una triste y fatal perdida de sabiduría, de jóvenes que ya no leen por respeto al conocimiento, sino por una conveniencia económica, tal vez ahí esté el problema, que todo conocimiento se relacione con el poder y el dinero, mas no con el sentimiento, con la gratitud, con la valoración a la vida; tal es la miseria que el niño o el adolescente de hoy estudia no por conocer al detalle el escenario donde se manifiesta su existencia para aplacar su incoherente impresión de la vida, estudia porque le resulta obligatorio, porque sus padres no aceptarían lo contrario, o por tener un titulo y ser el orgullo de su familia; me pregunto ¿dónde está el amor, el respeto y la gratitud a algo que se ha aprendido durante siglos por científicos, filósofos, escritores, muchos genios?...el respeto a una sublime y vital información que yace en las páginas de un libro. Pero ¿cómo respetar el conocimiento?, es natural que surja esa interrogación; veámoslo de este modo, cuando Jesús se refería a la santa biblia como un alimento para el alma, no sugería una versión metafórica de nutrición, sino una lógica esencial, un punto de diferencia entre los animales irracionales y la especie humana. Tal vez debió referirse a la buena lectura en general, al lenguaje escrito que transmite un modelo de sabiduría. A si pues, tanto la santa biblia como un libro de literatura, filosofía, ciencia, etc. proponen un conocimiento experimental o intuitivo, todos tienen un solo fin: abastecer de conocimiento a nuestro cerebro que ha evolucionado más rápido que de otros primates o mamíferos; esta excepcional facultad nos da el titulo de seres racionales; pero es triste, que la mayoría de los humanos no sabe manejarlo con dignidad y respeto, o sencillamente no lo cultivan. En efecto, la idea del respeto es implícito, dando que no solo del pan vive el hombre, sino de cada palabra que sale de la boca de Jehová, y Jehová-literalmente-es todo lo que se conoce, es el ecosistema, el universo, es todo el planeta tierra, es nuestro interior, es todo… y el hombre goza de una facultad maravillosa que puede estudiarlo, calcularlo, describirlo con emoción, escudriñarlo todo; de ahí surge el conocimiento que es el pan y hay que amarlo y respetarlo dándole un buen uso, respetando su esencia y considerando el favor que nos hace.
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