Y ese es asunto de las letras. No hay proemios sobre nosotros, las ligeras capas de agotamiento que se esfuerzan por quebrantarnos y llevarnos al llanto, no existen en nuestro mundo, clásico, pero mundo. Y si quiero recordarte, sacándote la tierra de las pestañas, dejo que algún viejo jazz se escape por el parlante. Te he informado cientos de veces que mis relojes no sirven es este mundo, no el nuestro, el otro, el que tenemos que compartir también pero de manera distinta. Porque no te llamo de seguido, porque te esquivo la mirada, porque soy mujer de otro, porque a veces te odio como si fuera la última vez que odiase, porque la estrella que te regalé parece haberse mudado (o sigue allí¿? Ya nos fijaremos, no os preocupéis. ¡Salid de inmediato!) Porque los porqués se me acaban y porque te quiero de a momentos largos, cortos, eternos; siempre.Las rutas guardan secretos de rutas, nosotros escondemos rutas en la cama, esas que dejamos cuando la colisión de tus labios con lo míos se encuentran luego de varias semanas; esas que se marcan porque es preciso hacerlo pero no pertinente. Hay rutas que van al sur, que quedaron marcadas cuando acariciaste mis piernas y quizás deseaste que estuviésemos solos, hay rutas que se dirigen al norte, son cortas y anchas, tu cabeza y la mía las han marcado entre giros desesperados; las hay también hacia el este, de todas esas noches que te cobijé en vano y no faltan las que te llevan al oeste, al lejano y salvaje oeste, donde yacen enterradas las canciones que me desatan, donde he dejado de lado al mundo limítrofe, ese que me ha llevado al hastío; de donde me sacas y aprestas al mundo, a nuestro mundo. Y hay que decirlo, lo mejor de nuestro mapa son los muelles y ríos que derivan en roces fugaces, inmortales, ilimitados, suspicaces; las selvas, en donde nos escondemos sin necesidad alguna, pero como resultan tan húmedas y salvajes preferimos no concretar y es allí donde entran en juego las palabras, no las admito, no debemos tampoco y aunque yo soy persona de letras claras, me sabe indeseable hablarte del mapa, preguntarte cual es tu parada preferida, donde nos detendremos, si recuerdas exactamente donde partimos y peor aún, hacia donde nos dirigimos. Eso, bueno o no, es lo que pienso cuando te veo, y la geografía se me pierde, así de rápido como se erigió, se disipa en mis ojos que te evitan una vez más. Así lo pienso y entre lecturas y charlas, algún té, nos acomodamos nuevamente como si fuéramos café negro. Pero así lo pienso yo, así lo pienso y maniobro porque en realidad no sé que piensas, no sé si tu mapa es más rico que el mío o peor, más pobre todavía. Y no sé tampoco cual será la expresión de tu rostro si estas letras llegan a las órbitas tus ojos, no sé y no sé. Quizás no quiero saber por alguna etiqueta de temor profano, quizás porque así me gusta, en silencio, de a momentos, con temor innecesario; quizás el viajero no debe preguntarse de donde salió el mapa, si aquellas ciudades existen, quizás solo deba seguirlo, sin palabras de más al acompañante. |