Sólo queda en el recuerdo.
Después de un intenso día de trabajo, compramos queso y yogur, los tres partimos y dejamos a San Juan de la Maguana en el recuerdo, en cada cruce: Sabana Alta, Guanito, Villa Arpando, Hato Nuevo, Los Toros, Las Guanábanas, El Orégano, o El Quince; surgían pregoneros, niños y adultos en puestos de ventas improvisados, ofertándonos gandules, maní, plátanos, palitos de coco, maíz hervido y asado, limones en latitas y ensartas de jaibas.
En todo el trayecto, las historias del amigo Jorge, y mis comentarios sobre nuevos proyectos. Ella en el asiento de atrás, hablaba poco, se entretenía de ves en cuando, con tocar tras mi oreja con la yema de sus dedos, sin que Jorge, se diera cuenta.
Hicimos una “parada técnica”, entre Caracoles y el Numero en el negocio de nuestro amigo Leoncio, él no estaba, nos sentamos y entre bachatas y cervezas, nos miramos sin decir palabras, dejamos a Jorge dialogando con la camarera y caminamos hacia la playa, al caer la tarde el sol se oculta tras el horizonte y el mar entíbiese sus aguas, nos atrapa la noche, el sonido de las olas, nos invitó a su seno, el cielo había perdido su azul, nos quitamos la ropa, ya en el agua como pez me deslicé entre sus piernas, para navegar por “escarpados parajes”. Ambos como si dependiera de ese instante, nos adueñamos de todo, ella cual luna del movimiento de las olas, y yo del rítmico vaivén de su cuerpo, al parecer subía y bajaba la marea en un momento y lugar inimaginable, en el breve instante que transfigura lo mágico y perenne, esta fantasía irrepetible que hoy tan lejos, sólo queda en el recuerdo.
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