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Inicio / Cuenteros Locales / ludwingstar / El extraño caso de los sueños perdidos

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Esto es insólito doctor- dijo la muchacha mirando al suelo con sus vidriosos ojos pequeños.
-¿Hace cuanto le esta sucediendo?
-Creo que hace tres semanas, no estoy segura.
-Le recomiendo que trate con estas pastillas. Y si al amanecer no sucede nada, hábleme inmediatamente.
La joven salió rápidamente del consultorio y al llegar a su casa lo primero que hizo fue ir directamente por un pequeño vaso con agua y tomarse las pastillas para poder dormir profundamente.
A las ocho en punto estaba de nuevo en el consultorio.
-Veo que no paso lo que esperábamos –le dijo el medico-
-No doctor – y la pobre muchacha miraba una mariposa pegada al techo de la habitación.
-Mire, ya le di el mejor medicamento que tenemos. Aquí no queda de otra que usar las antiguas recomendaciones de nuestro abuelos. Antes de acostarse, trate de comer lo mas que pueda, talvez de esa manera, al estar usted dormida y a la vez su estomago trabajando en una digestión forzosa, tiene usted la posibilidad de soñar de nuevo.
-¿Y que tipo de comida?
-Cualquier cosa. Pruebe con cualquier cosa. Pero eso si... que sea mucho.
.Al llegar la noche la muchachita se preparo una libra de espaguetis. Se la comió mirando en la televisión un documental de la segunda guerra mundial. Y para lograr comerse toda la olla de pasta se decía – Por todos esos niños que perdieron sus sueños, me comeré todo.
Al día siguiente la platica comenzó de la mima manera
-No doctor- Y la joven señorita miraba a través de la ventana como un pájaro carpintero picoteaba incesantemente un hermoso árbol.
-Mire, esta vez no creo que tengamos mas remedio que usar cosas fuertes, usted sabe... cosas que le hagan alucinar.
-Pero eso no es lo mismo. Los sueños tienen que venir de la manera menos esperada. Cuando ellos llegan se siente una sensación de paz y liviandad que parecería que anduviera volando en el espacio, o que saltara en planetas azules en un atardecer hermosísimo.
-Pero tenemos que hacer algo por usted y pronto. No crea que estoy alucinando, pero desde que usted vino a contarme que sus sueños se habían extraviado, cada vez que me veo al espejo miro que mi imagen se disipa poco a poco. Mi esposa me dijo lo mismo y mis hijos también. Y eso me tiene desconcertado. Lo que vamos a hacer es darle una dosis de hongos para que así su imaginación se eche a volar de nuevo
-¡No!- Replico la pequeña joven asustada por ver la desesperación de las palabras del medico.
- Doctor, mi imaginación no se ha echado a perder, mis sueños son los que se han ido y no le he pedido en ningún momento que me de algún tipo de droga para resolver mi problema.
-¡Es que usted no entiende! Ahora no solo es su problema, es problema de todos.
-Eso es algo absurdo- Dijo la niña un poco irritada
-Absurdo es que trate de mirarme en el espejo y pueda mirar las cosas a través de mi como que solo fuera una imagen tras un proyector.
-¡Pero no es mi culpa!
-entonces ¿trata de decirme que yo soy el culpable?
-¡No!
-Bueno, como ha aceptado que yo no tengo la culpa, debe usted ser conciente de lo que esta sucediendo. Este caso parece sacada de un cuento de hadas. Yo no creo en esos estúpidos cuentos pero ahora me parece estar viviendo en un mundo de esos falsos que nos regala el mal cine. Y la única forma para resolver esto es que usted sueñe de nuevo. Tengo la leve impresión que sus sueños son lo que le dan vida a mi ser interno y he llegado a la ridícula conclusión que ¡si usted deja de soñar yo dejare de existir!
-Doctor...
-Déjeme terminar por favor... usted leyó el libro de aquella niña que por seguir a un conejo se metió a un mundo de ensueño
-Alicia en el país de las maravillas!
-Si, ese... ese.- La cuestión y a lo que quiero llegar es que la niña llego a ese grado de alucinación a causa de un pequeño hongo que se comió inocentemente. Y así ella tuvo ese tipo de sueños.
-¿Lo que usted quiere es drogarme?
-No lo mire de esa manera
-Lo miro de la única manera que puede verse y una cosa es un libro doctor y otra cosa es la vida, sos cosas muy distintas.
-Yo lo se, el detalle es que no quiero que al volver a verme en un espejo no pueda mirarme y luego desaparecer. ¿No le parece que el color de este cuarto se ha ido opacando día a día y muy marcadamente?
-Si, lo he notado.
-Entonces comprenda señorita que la única manera de salvarme es salvándola a usted
-Me niego a usar drogas
-Entonces las tomara a la fuerza
-Usted esta loco, ni siquiera se atreva a acercarse.
El doctor se echo a llorar sobre su escritorio. Parecía que se había transportado a su infancia y que estaba viviendo el momento cuando su hermano mayor le quebró su pequeño yoyo.
-Esta bien dijo la muchachita, pero no lo haremos a su manera, lo haremos a la mía
-¿Y que piensa hacer?
-No, no, no. Yo no pienso hacer nada. Piense usted en hacer algo
-¿Y que puedo hacer por usted?
El silencio se apodero de la opaca habitación, lo único que se escuchaba era la respiración de los dos. La joven sonrió y con un brío sobrenatural le dijo claramente
-¡Un cuento! Eso es, necesito un cuento
¿Un cuento?
-Así es. Haga usted algo que me haga soñar y entonces su problema y el mío serán solucionados.
-Bueno, en ese caso no tengo otra opción, tratare de escribirle algo antes de que todo sea tarde... tarde.
Sin decir nada se levanto y esta vez no le medico ninguna estúpida pastilla, ni le mando a comer excesivamente. Sin despedirse, el doctor Hoffman salió y dejo la puerta abierta

Texto agregado el 27-02-2009, y leído por 149 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
28-02-2009 Me gustó!!!... Que bueno que volviste a escribir,ya te extrañabamos por la página. ***** MariBonita
 
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