Desde pequeño le gustaba dibujar rostros. “Tienes mano para las caricaturas, podrías llegar a ser un buen dibujante humorístico”, le decía su padre admirando la facilidad con que captaba el lado irrisorio de cada persona. Otra de sus gracias: hacer reír a toda la familia cada vez que se ponía a imitar los gestos de quienes salían de la casa apenas éstos cerraban la puerta, aunque dejó de hacerlo cuando su padre, en vez de decirle como él se lo esperaba, que podría llegar a ser un excelente mimo, comentó que reírse estaba muy bien, pero no a costa de los demás. Esta observación lo hirió profundamente, ya que si bien era capaz de gozar riéndose de los demás, tenía su propia persona en gran estima y no aceptaba ningún tipo de agravio.
De todos modos, siguió adiestrándose con sus amiguitos, especialmente en el colegio, al provocar la hilaridad de sus compañeros burlándose de los profesores y de gran parte de entre ellos. Con el tiempo fue perfeccionando esta aptitud imitativa, hasta que llegó a bastarle un pequeño gesto,- levantar una ceja, estirar los labios, mostrar los dientes-, para desatar la risa de quienes lo conocían bien. Porque ese lado burlón sólo lo destinaba a sus íntimos, consagrando su don a la reproducción de gestos refinados y elegantes para entregar la mejor imagen de sí mismo al resto de la sociedad.
Sin embargo, de tanto reiterar sus imitaciones, éstas fueron convirtiéndose con los años en una segunda naturaleza, y pasados los cincuenta, empezaron a salírseles sin darse cuenta. A veces, en medio de una conversación, quienes ya lo habían visto burlarse parodiando gestos y actitudes ajenas, se sorprendían al ver una mueca imitativa de alguna persona presente, mueca que duraba apenas, y que el resto de la asistencia tomaba en general por un tic nervioso.
Finalmente, ese hombre de maneras elegantes y refinadas fue convirtiéndose en un personaje grotesco que gesticulaba en medio de las conversaciones y que ya no hacía reír a nadie, ni siquiera a sí mismo. Y que al contrario, sufría enormemente, ya que era incapaz de comprender el porqué de ese rechazo.
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