¿Cómo escribir en una página toda la tristeza que embarga este mundo en estos momentos, en donde cientos, quizá miles de víctimas caen diaria e incesantemente ante el poder de un terrorismo sin sentido que invade injustamente al planeta entero? En estas circunstancias la matanza mundial del hombre hacia el hombre no tiene fronteras, es asesinato a secas contra una población marcadamente heterogénea signada por sentimientos muy oscuros. Mientras se pueda hablar, escribir, sentir y plasmar todas esas protestas aturdidas con gran indignación, es necesario el rebelarse para denunciar a los cuatro vientos que nuestra especie humana no tiene argumentos válidos para destruirse mutuamente. Los espacios son demasiados frágiles a escala planetaria y no tenemos ninguna justificación histórica que avale tales desmanes contra nosotros mismos. Pareciera un gen asesino, malvado y deforme que representa e impulsa biológicamente, social o culturalmente el autosuicidio de la especie. ¿De que nos sirve esa supuesta inteligencia y adornada tecnología o conocimiento científico de la cual nos jactamos como una virtud, cuando no hemos podido detener la barbarie colectiva? No hay que verse demasiado intelectual para condenar la despiadada aniquilación entre hermanos israelitas y palestinos en el medio oriente, en el fondo flotan en el mismo contexto el mismo Dios, la eterna lucha por la posesión de una tierra que no es de nadie y es de todos. No hay que ser políticamente correcto para condenar la odiosa diferencia entre los hermanos hindúes y paquistanies que los lleva a enfrentarse hasta la muerte por esas discrepancias culturales o religiosas, para ellos demasiado innegociables. No hay que sentirse excesivamente religioso para lograr comprender el proceso en el cual actúan desde sus propias perspectivas los miles de creyentes y seguidores de tantas cofradías que adoran las mismas concepciones que no son de nadie y pertenecen a todo el colectivo mundial a la vez. ¿Espiritualmente siguiendo la lógica afectiva y moral y ética de las diversas religiones no es el mismo Hacedor del Mundo el Cristiano del Católico, el Musulmán del Hindú, el Lamaísta del Dios Azteca, Maya o Tibetano? ¿Por qué nos empeñamos en diferenciar esa Fe Humana, tan grandiosamente humana, cuando esta es sólo expresión de la diversidad que en algún momento de la existencia de la Evolución del Espíritu representa una sola y única creencia y fe, común para todos? Pareciera que los hermanos Vietnamitas, Bolivianos,Mexicanos, Rusos, Georgianos, Serbios, Croatas,Musulmanes, Chinos o Latinoamericanos no se detienen a valorar su propia integridad histórica cuando destruyen a sus congéneres de la misma cultura y la misma sangre. Si la Humanidad ha atravesado momentos tan difíciles como los de las Guerras Mundiales, el Holocausto, la Conquista, el exterminio de africanos en general, llamase Hutus o Tutsis en Ruanda, Pol Pot y el Kmer Rojo en Camboya, las matanzas en Centroamérica y Suramérica, por nombrar tan sólo algunas barbaries. ¿Por qué sistemáticamente seguimos cayendo en el error de apoyar invasiones como la de Irak? ¿Debido a qué seguimos impulsando los excesos de las derechas latinoamericanas y de la misma Oligarquía Mundial contra los oprimidos? ¿Por qué los sistemas de izquierda para convencer tienen que eliminar sistemáticamente al contrario aunque sea en el plano ideológico, o en el ámbito concreto de la realidad se cometen los mismos exterminios? ¿Dónde estarán los niveles de tolerancia futura y de verdadera integración para construir un planeta bajo otros parámetros que no sean los mismos de la eliminación física sistemática, el odio y el genocidio?... Sabemos que la opulencia del poderoso que vende armas de destrucción masiva multibillonarias a nivel internacional, o del que permuta acciones y títulos de corporaciones que mienten y engañan con descaro a través de sus productos financieros con la consiguiente sobre ganancia capital y usufructo desmedido del interés; conocemos y hemos sentido de los países que esconden sus ventas de energías como políticas de dominación y explotación. El futuro demanda cambios espirituales en el lenguaje para poder construir una realidad dialécticamente distinta, el lenguaje tiene que transformar la esencia del ser a través del accionar de entes o individuos espirituales y colectivos y no de psicópatas a escala planetaria. Mientras tanto destruimos con la complicidad más cínica el ecosistema con el despilfarro tecnológico y usurero; derramamos la misma sangre y con la misma muerte en diferentes nacionalidades a nuestros propios hermanos en las páginas de una historia cada vez más deleznable, vil y desconcertante. De esa forma tan aberrante y monstruosa el Gran Genocidio es permitido por cada uno de nosotros cuando callamos, cuando omitimos las palabras o los gritos de terror, y aquí lo que queda es la pena, la vergüenza propia o ajena, o simplemente el desarraigo, la pobreza espiritual extrema, o el desamor. Se acaba entonces el futuro o deja de fluir el tiempo, algo se fractura, es un sentimiento que se resquebraja de muerte y no sabemos si es nuestra alma colectiva que mira el infinito con perplejidad, con incontrolable terror o que miramos y padecemos una cruenta pesadilla que está en nuestra piel incrustada dolorosamente. Somos los propios diablos depredadores de la existencia; esa combinación de números 666, sólo está en almas descompuestas y perdidas en un planeta demasiado pequeño para ser tan miserable con nuestras execrables debilidades humanas... Mientras finalizo de escribir esta página, en tan sólo una hora ya han muertos cientos, quizá miles de almas, hombres y mujeres sumidos en este inexplicable espanto. Vendrán por tanto otros tiempos, otra poesía y otras palabras y mejores acciones de coraje emprendidas por nuevos líderes tendrán que derrotar la adversidad, y ayudar con un gran esfuerzo colectivo y verdaderamente espiritual a configurar otro mundo diferente.
... De nosotros depende ...
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