Recuerdo cuando mozo, ese olor travieso que corría en la pared; evoco mientras gozo ese cuerpo entrelazado, ese humo vespertino, esa mano aturdida en el hombrillo.
Sien que palpitas obnubilada en cuando entro, mujeres con ruegos benditos, qué de encuentros, qué de risas, y esos vagos roces circunspectos; furia encendida y ciega en telas beiges, perfume primoroso que delata tu presencia; tú mujer enajenada que maquillas con punzón.
No te apiadas mientras bailas ese baile sin igual, muchos suben, otros bajan cuando acaban de pagar. Ve en tu vida esa horda que no frena cuando huele, ese vaho que te salta, esas ganas que te marcan; y esos mansos jinetes que te atan ignoran inocentes que se van, sin la magia, con la brisa. Son sólo cuerpos alterados, pedazos de tu prisa.