Entraste a esa Escuela como quién va a un hospital
apenas te quedaron varias curitas adheridas a tu cuerpo
pensaste entonces que el alcohol era algo muy fuerte para el gusto.
Movías la cola tal cual en sentido de las agujas del reloj
y al pasar esa perra, la perra de tus sueños enseguida hiciste ademán
no tanto para montarla sino para hacerle seguidilla.

Nunca antes había observado que los amores de perros eran bestiales
hasta esa mañana en que saltabas detras de ella como cachorro.
Lo mejor vino después cuando la dueña de la perra
me reclamó por qué mi perro quería montar su perra.
Entonces le dije que era complejo hablar de sentimiento animal
que lo que podía estar pasando era una pequeña erección en disimulo.

Ella, señora muy guapa, de esas que caminan como frotando los muslos
me preguntó que si no me fijaba que era muy cruel la diferencia
le dije que en amores perrunos era complejo opinar.
Insistió que me pusiera a pensar que si su perrita Chiguaga
por más perra que fuese no podía ni imaginar
como un Pastor Alemán en cada salto pueril la fuese a taladrar.

Después de presentarme ante la dama encorvada
le quise pedir excusas ante tamaño aluvión
sin embargo por su pose, un poco como ocultando cuerdita y perrita
me llegó a enseñar sus senos no sin intención.
Luego de ese espectáculo empecé a sudar muy frío
más pude sacar pañuelo que tenía en mi chaqueta.

Le dije que por más casualidad allí tenía mis datos
que cualquier motivación había que hacer las paces
más ella furibunda cómo quién si quiere la cosa
me dió su celular y su dirección de alcoba.
De repente no nos percatamos como las mascotas se soltaron
y en enseguida la Chiguaga quedó a pedir perdón.

Para terminar la historia llevé al Pastor Alemán no al juez penal
sino al veterinario de la Escuela Terminal,
allí como pudieron desataron esos cuerpos.
No explicaron los que saben como pudo una perrita
recibir tamaño obsequio, sin embargo la Chiguaga en los brazos de su jefa
durmió como dos horas después del vendaval.