He venido desde lejos, de la guerra
de la mierda más nutrida de lamentos,
traigo en mis espaldas malezas inmundas
que mis manos iracundas
han tiznado de sangre fetichista;
mi cadáver macilento carga el rostro
enmohecido por el humo,
por el fuego y por la rabia,
no he olvidado tantas venas
destrozadas por las balas de metal.

He cegado muchas vidas, al mirar en los ojos
escucho esos cuerpos que caen y que huyen en la selva.
No sé que me mata más el sentimiento: si los niños
que lloran las partidas inculposas de sus padres,
o los suplicios estentóreos de tantas almas torturadas.

Me aborrezco, te confieso Dios mi sucia careta de orfeón;
no existen castigos viscerales que puedan ser lanzados
por los karmas más osados para expiar tanta bazofia
que me aturde, sólo permite que los diablos tormentosos
me consuman y taladren sin cesar.