Ese día el padre llegó cansado del trabajo, su esposa e hijos lo esperaban para cenar.
Dispuestos ya todos en la mesa, el padre les dio una noticia inesperada.
-Mañana sábado, iremos al circo, dijo, mientras servía agua en los vasos.
Un grito de alegría interrumpió la ceremonia de la cena.
-¡Bien, qué bueno! exclamó uno de los niños.
-¡Gracias papá! dijo otro mientras le tomaba la mano en gesto de agradecimiento.
El más chiquito miraba sin entender a sus hermanos pero igual festejaba aunque no sabía que.
Su esposa se quedó callada, solo una mirada, una sonrisa y meneando la cabeza se quedó en silencio.
La cena transcurrió llena de comentarios, preguntas de los niños, sobre los trapecistas, magos y payasos. Y ante cada pregunta una respuesta del padre con detalles que iban más allá de lo que los niños imaginaban. Risas, gestos, ademanes, sonido de redoblantes y trompetas, hasta en un momento el padre se paró y simulando tener un megáfono en sus manos dijo:
-¡Damas y caballeros en la pista central........Chispita! El mejor payaso del mundo nos visita...
Los niños se entusiasmaron a tal punto que parecía que estaban viendo ahí al personaje. Fue una cena prolongada, distendida y llena de alegría.
- Hijos, es hora de dormir.
Los despidió con un beso al igual que su madre y ambos se quedaron de sobremesa.
-¿Qué significa esto? inquirió con curiosidad la mujer a su esposo.
-¿No me dijiste acaso que este mes no podríamos gastar más que en alimentos?
-Es verdad, dijo el esposo, pero resulta que hoy vi que estaban armando una carpa y fueron tantos los recuerdos que vinieron a mi mente que no me siento capaz de privar a los niños de vivir una función de circo.
La esposa le pasó una mano por el hombro y acariciándolo le dijo:
-¡ Realmente, eres increíble!
Y llegó el momento, la ansiedad de los niños en la fila, golosinas, un payaso (sin gracia y sudoroso) recibía las entradas. Todos entraron y tal como el padre les había relatado llegó el esperado anuncio:
- Damas y caballeros, en la pista central.........Chispita! El mejor payaso del mundo nos visita...
Un aplauso, gritos de alegría y emoción entre los niños que lo vieron entrar vestido con un enorme traje de colores, un sombrero y zapatones gigantes a sus pies. Así, a los tropezones y con caídas estudiadas, Chispita dio inicio a la función.
La gente aplaudía, se reía, comentaba y todos los niños alborozados no sacaban su vista del centro de la pista.
Y así pasó el payaso, el mago, el domador de leones, los jinetes en bravíos corceles y el número mayor, los trapecistas.
Poca luz en el circo, solo los reflectores que iluminaban las alturas para poder seguir con atención riesgosos movimientos y acrobacias. Los chicos felices, aunque el más pequeñín se entredormía.
La mujer miró a su esposo y no pudo evitar ver que mientras observaba al arriesgado trapecista, con el puño de su camisa secó una lágrima en su mejilla.
El espectáculo finalizó. El circo casi estalla de tantos aplausos, Chispita, el domador, el mago y todos los artistas, salieron a saludar a tanta gente.
Llegaron a su casa, los niños felices por la tarde vivida, jamás la olvidarían. Era la primera vez que habían ido a un circo.
El hombre entró a su cuarto, la mujer lo siguió, lo abrazó y lo miró a los ojos.
- Te vi llorar, le dijo, ¿que te pasa?
Y él ahogado en llanto se lo dijo.
-Ayer perdí el trabajo. Me presenté en el circo que estaban armando. Trabajé sin parar con otra gente y mi única paga fueron las cinco entradas.
Se sumió en un silencio profundo. Su mujer lo abrazó, lloraron los dos juntos...
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