Han Solo y Luc Skywalker están bien jodidos. La nave que pilotean ha llegado a la encrucijada que el destino le ha estado preparando. Es que no los atraparon. No todavía. Pero no por eso las pequeñas y mortíferas naves del imperio dejan de estar incesántemente acercándose. Luc Y Han están en el punto de no retorno, y ahora sí que están jodidos. Porque dado a las coordenadas en el espacio a donde deben ir (y remarco el deben, porque sólo se salvarían desobedeciéndolo, eligiendo huir de toda esta disputa inútil, exiliarse, marginarse de una disputa que no les cambia nada, al menos no en su vida cotidiana, alejarse decía para dedicarse a la reventa de robots destruidos o algo parecido), porque dadas las coordenadas de su destino, no podrán alcanzarlo en el tiempo suficiente. Si continúan a la pedestre velocidad que viajan ahora, los alcanzarán irremediablemente. Si pretenden acelerar a la velocidad de la luz, tendrán que previamente desviarse del camino por motivos de hypercósmicanavegación que no vienen a cuento, lo que provocará el mismo retraso y por tanto las mismas consecuencias. El tiempo desde donde están a donde quieren ir está condenadamente preestablecido. Pero preestablecido desde el más, desde el fin, desde el no es todavía. Es decir, Luc y Han están condenados, pero desde lo que no es todavía. Como todos los condeandos, tal vez, están condenados por lo que todavía no es, no paso. Como los condenados a muerte. El tiempo – ¡el Tiempo! –, todos se mueren de tiempo. Y este tiempo en particular, el tiempo de este viaje imposible, está condenado, reputísimamadremente condenado, condenado desde antes, condenado desde la meta: teleológicamente condenado. |