Otra vez como cada quincena
nada llevo de metal
ni el alambre del corpiño.
Sin adornos
la ropa suelta
los colores tranquilos.
La comida prolija y envuelta
que será cortajeada luego;
las bebidas traslùcidas
los cigarrillos.
Un cartel ordena: "PROHIBIDO INGRESAR CON DULCE DE MEMBRILLO"
¿Quién diría que una fruta inocente
afloja los barrotes del presidio...?
Otra vez largas colas para ingresar.
A nadie le importa si nos vence el frío
sólo un par de manos evangélicas
nos convidan sorbos de café bendito.
Luego las odiosas requisas.
El ultraje al pudor
el desnudarme
mostrar mis orificios.
Me sorprende el desparpajo
con que se viste la ira
ante unos ojos con filo.
Los pasillos oscuros
son embudos subterráneos
húmedos.
A lo lejos los gritos.
Llego al fin a la sala cuadrada
junto a otros padeciendo lo mismo.
Hay manteles en las mesas
y entre esas cuatro patas
historias de sexo escondido.
Otra vez el corazòn se me adelanta
al verte aparecer desde el fondo vacìo
los ojos mustios, muy delgado
pero sé que no estás vencido.
Ni dudas me quedan,
sólo éste inquebrantable cariño.
Algo le ruego a Dios ésta vez,
que no tosas más,
que no tosas más, hijo.
Texto agregado el 25-02-2009, y leído por 586
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Lectores Opinan
17-11-2010
Excelente,una historia real convertida en poema,lástima profunda por esos seres ******* shosha
25-03-2009
Estruja el alma este poema. Me conmovió mucho. Ojalá Alejandra y su hijo aguanten..... La_Aguja
En mi opinión este trabajo es lo que yo llamo contar una historia sin querer hacerlo.***** Ac0sta
08-03-2009
¿Quién diría que una fruta inocente
afloja los barrotes del presidio...?
Tú eres fruta Liliana que barres... con esos barrotes de algún campo que siempre maldecimos. benhur