Desde el momento en que la Cucarachita Martínez logró reencontrarse con el Ratón Pérez en aquella selva húmeda de olores silvestres a tierra, fango mojado y perfume de gardenias y luego de su fugaz viaje a la Sexta Dimensión, algo pasó por su mentecita juguetona: se dió cuenta que su vida cucaracharatonera no era tan trascendente como debía serlo, definitivamente algo le faltaba; esa sensación la embargó muchas horas hasta el punto de no darse cuenta de como su acucioso compañero le terminaba de alisar las clinejas que la hacían ver como una misscucarachita. Buscó a tientas en sus bolsillos algo desgarbados por la humedad su agenda de notas y direcciones y después de minuciosa indagatoria encontró lo que anhelaba: era el número telefónico del mismísimo San Pedro El Cucarachero, el fiscal de la eternidad dichosa. Entonces sin pensarlo dos veces agarró su celular intergaláctico y rápidamente marcando los 39 números del Cielo pasó a escuchar fulgurantes e infinitos tonos que corrían por los hiperespacios a través de los tres billones de años de luz que separaban la SD del lugar sublime donde vivía Pedrito como cariñosamente solía decirle.
Al atender la llamada ya Pedrito el guardador de llaves, sabía que era ella, y esperaba cualquier cosa, estaba acostumbrado a escuchar sin desparpajo las ocurrencias de la Misifú. La nombraba igual como a una Gata que había tenido que algún día se le ocurrió comerse una chiripita, que no era otra sino la Cucarachita Martínez cuando joven…esta audacia le irritó el estómago a la misma Misifú. De esta comilona nuestra tercia se salvó, y la Gata se volvió loquita, nadie se explica por qué empezaba a ladrar apenas veía cualquier animalejo rastrero…qué de cosas pensó Pedrito.
Al empezar hablar ella se separó de su compañero y era evidente que no quería que escuchara su conversa: le preguntó tres cosas, la primera era que explicara el secreto de sus años… luego quería saber si aquel sentimiento bonito que había sentido y vivido intensamente en la selva con su compañero roedor era para siempre…también no ya como pregunta, más bien como asustada no sabía que le pasaba, después de diez semanas sus antojos por comer cosas distintas la tenía muy preocupada…
Al oír tal declaratoria San Pedro El Cucarachero no hizo más sino reír, metió las manos en un maletín inmenso quizá buscando una de esas llaves que le abrían el castillo de lo eterno a las miles de almas y seres con las que tenía que hablar todos los días… a unos, unos pocos, para convencerlos que no podían entrar al Paraíso, que sus caminos eran otros… y a otros, que eran muchos, para enseñarles cómo se tenían que comportar. El caso de Cucarachita era distinto, ella que ocasionalmente lo visitaba, sorprendida ahora por preguntar cosas de importancia, era tan vieja, traviesa y bonachona como la misma eternidad….Entonces le dijo…cada vez que un ser humano elimina a una cucaracha en su casa tu tienes un día más…por eso eres tan vieja, tienes más años que un vampiro, nadie sabe por qué. Luego le explicó que en aquellos días que pasó en la selva con Ratón Pérez, había conocido el amor. Por lo tanto sus antojos no eran otros sino que por patatim o patatam ella por fin, estaba embarazada….
¡¡¡ Queeeeeeeeeeeeeeee !!! … se oyó este gritito que rebotó en ese cómodo sitio que estaban, soltó lo que tenía en la mano y empezó a bailar como nunca lo había hecho, el sorprendido Ratón que no sabía lo que pasaba se la quedó mirando, tal vez como esperando…. ella que no hacía sino saltar y llorar de la alegría abrazó a su consorte y le dijo apretándolo al oido…vas a ser Papáaaaaaa Ratón Pérez… después de un minuto suspenso en que los dos se miraron intensos se unieron luego muy fuerte, sus vidas ahora empezarían a tener sentido.
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