EL DON DE LOS VAGABUNDOS
Era una noche como cualquier otra, con la única diferencia que me convertí en piedra.
Sí y no crean que estuve bebiendo; lamentablemente es una de las cosas que más extraño en este nuevo estado en el que me encuentro.
Descubrí que ellas, o sea yo tenemos alma.
Aquella noche a la cual hago referencia, aun era humana y caminaba por una vereda por la cual transite miles de veces, cuando de pronto, vi al pasado frente a mis ojos, quise levantar la mano para saludarlo pero estaba tan pesada que no pude hacerlo, al mirar, vi como mi brazo se había convertido en una substancia dura y sólida.
Luego, lentamente, fui dejando de sentir por partes, mi pequeño cuerpo
Ahí estaba, convertida en piedra y tan lejos de casa.
La gente pasaba distraída, algunos tropezaban conmigo; un niño muy enojado me pateó fuertemente, entonces comprendí que toda forma tiene su ventaja, ya que el dolor físico no existía.
La idea de que el alma pueda quedar depositada por un tiempo en algún sitio fuera del cuerpo se encuentra en los cuentos populares, lo que no tenía claro, entonces, si era mi alma o mi cuerpo el que estaba prisionero, o liberado.
Se preguntaran llegando a esta parte de la historia quien esta escribiéndola, pues déjenme decirles que he descubierto que hay vagabundos que tienen el don de hablar con las piedras; pues una de esas personas lo hizo, pero no quiere que revele su nombre, en realidad aun no nos ponemos de acuerdo en un detalle.
¿Quién es el autor de la misma?
Aun en las mañanas, el alma lanza un gemido...
Nickita.-
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