Las últimas semanas de Diciembre se marcharon con inusitada rapidez, atrás quedó la universidad, Bermellón, Marrón, las amistades y las noches de baile en los clubes…Rojo volvió al hogar de sus padres a descansar de la acelerada vida citadina, algo era claro, estaba decidido a bloquear su corazón por un buen tiempo, lo que menos quería era añadir otra desilusión a su abultado prontuario.
Sentado en el verde pasto y bajo la sombra de una inmensa bugambilia, Rojo abrió su notebook esperando impregnarse de lo que había dejado atrás. Ahí estaban algunos de sus amigos online, Verde, Celeste, Violeta y También Marrón, notó un par de contactos con los cuales no hablaba mucho, un contacto en particular le llamó la atención: Recordó como en plena desilusión con Marrón, le comentó su angustia a una de sus amigas virtuales…Rojo recordó las palabras exactas que le dijo a la chica: “Todos los gays son iguales” y la chica lo contradijo y le dio el mail de un amigo suyo que supuestamente vendría a rebatir su percepción de los gays. Pero hasta entonces no habían tenido muchas oportunidades de charlar…un ciber saludo interrumpió los pensamientos del chico.
-Hola- dijo Arena, un contacto con el que Rojo no hablaba hace bastante tiempo y no recordaba porqué habían perdido la comunicación. Así comenzaron una larga charla que culminó con una invitación a la casa de Arena. Lo que para Rojo era muy precipitado, pero igualmente aceptó.
Parecía que las vacaciones serían aburridísimas, la cena de año nuevo en casa de su hermana mayor era el presagio de aquello, ni la familia de Dorado y Opaco aparecieron, en mayor o menor medida eran las únicas amistades que Rojo tenía en su pueblo, al parecer no había forma de llevar su mente a otro lado que no fuera Bermellón, aunque el tradicional almuerzo en la playa del uno de enero de su familia parecía una pequeña oportunidad de distraerse. Así fue, el sonido del mar y contemplarlo era algo que a Rojo siempre le encantó, definitivamente la playa podría ser uno de sus lugares preferidos si no fuera por la arena, el chico realmente odiaba el contacto con esas molestas y escurridizas partículas de roca. Pero desde el cerro rodeado de bosques donde se encontraba la pequeña casa de su abuelo materno, el panorama le parecía ideal.
Mientras el cielo se tornaba más y más naranjo, el muchacho comenzó a caminar por el bosque para regresar a casa, justo en el momento preciso en que su familia decidía partir a casa, el viaje se lo durmió todo y sólo despertó con sorpresa cuando sus padres decidieron cenar en restaurante de una ciudad cercana a su pueblo. Medio adormecido aún ingresó al local que su familia solía frecuentar, se sentó en la mesa con ellos y en señal de aburrimiento desvió su mirada al sector del bar y con impacto notó que el chico que lo atendía no era otro sino que Arena, su contacto de Messenger, inmediatamente quitó su mirada y de vez en cuando y sólo de reojo lo contemplaba. Bajo, robusto, de piel blanca y cabello castaño, el joven parecía sumido en su labor y Rojo no sabía si el muchacho lograría identificarle. No sabría aquello hasta la próxima conversación en Internet, decidió seguir con la cena familiar, sin pasar por alto un pequeño sentimiento en su interior, una especie de ilusión que hacía remecer su apagado corazón…una mezcla extraña de miedo, incertidumbre y también esperanza.
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